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Cohetería y tácticas de guerra psicológica en el asedio a Valencia

Valencia cayó en manos de Jaime I, porque la Armada del Rey de Túnez - 12 galeras y 6 fustas o buques ligeros de remo- fondeada frente al Grao no desembarcó a plantarle cara cara al monarca aragonés. Al inicio del sitio, el Rey moro de Valencia Zaén había pedido auxilio militar a los tunecinos, con quienes mejor se entendía, más éstos al llegar a valencia no se atrevieron a bajar a tierra en la creencia de que el monarca era muy superior en tropas y podía derrotarlos fácilmente y porque se asustaron de una especie de "cordà" que organizaron las tropas cristianas.

Uno de los días del sitio de la ciudad, al anochecer, arribó a la costa del Grao la Armada tunecina y avisado Jaime I tomó medio centenar de sus hombres y se dirigió a caballo hasta la playa, dejando en la zona soldados escondidos a la espera de que descendiera alguna patrulla mora de descubierta para apresarla y averiguar cuánta gente venía en los barcos. En el mismo acto dispuso que mensajeros a caballo marcharan a a Burriana, Peñíscola, Tortosa y Tarragona con la noticia de la llegada de la fuerza tunecina al objeto de que pudieran preparar su defensa.

Esa misma noche, los moros tunecinos encendieron grandes "lanternas y fanales, con muchas llameradas" en los barcos, organizando "grandes estruendos de tambores y trompetas, para ser sentidos de los de la ciudad. Los quales descubiertas las lumbres, y oyda la música, conociendo ser la armada y gente de Tunez, y teniendo cierto que por ellos seria socorridos y librados del cerco, respondieron con la misma salva, y estruendo de trompetas y añafiles, notificando como daban señales de obediencia al Rey de Tunez como a su verdadero Señor, y libertador de la patria".

Lo cuenta así de claro Bernardino Gómez Miedes, historiador y canónigo de la Catedral de Valencia, en un libro que escribió en latín y luego tradujo al castellano en el siglo XVII sobre "el Muy Alto e Invencible Rey Don Jayme de Aragón". Una obra muy detallada, con muchos datos históricos, donde recapitula lo que sobre el tema se sabía hasta entonces por distintos autores y lo que él mismo investigó y depuró.

Jaime I, visto el "cirio" que montaron los moros, ordenó a los suyos que hicieran lo mismo "con mayor alegría y estruendo. Y que llevasen toda la noche lumbres haciendo hogueras entorno de la ciudad, en tanto que se detuviesse la armada en el mesmo puesto, para que entendieran los cercados, que los del campo no ignoraban la venida de la armada, y socorro de Tunez, y que no desmayavan por ello".

A la noche siguiente, las tropas cristianas añadieron una novedad a su espectáculo, los fuegos pirotécnicos. "Se hizieron en el Real ciertos instrumetillos de fuego, que vulgarmente llaman cohetes. Los quales dado fuego y echados en alto cahian como rayos, y rebentavan como truenos dentro de la ciudad. Desto se echavan tantos del campo, que se dize, que los Moros viendo aquellos como monstruos de fuego, se atemorizava, y los tuvieron por mal agüero".

La Armada tunecina se asustó y levó anclas partiendo hacia Peñíscola -creyendo era aún mora- donde bajaron algunos a cargar agua dulce siendo repelidos y vencidos por la guarnición cristiana que estaba en aviso, luego se dirigieron a los puertos de Les Alfaques y Tortosa , donde pasó lo mismo, por lo que decidieron regresar a Túnez, abandonando la idea de ayudar a los moros de Valencia, lo que le permitió a Jaime tomar tranquilamente la ciudad.

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