Todo está preparado en Oviedo para que esta tarde la Unión Europea reciba el Premio Princesa de Asturias de la Concordia. Como en tantos otros galardones, existen voces discrepantes sobre si la distinción es merecida. Sin embargo, pocas veces se habían desarrollado campañas contrarias como en esta, llegando a circular por las redes sociales el hashtag #VergUEnza20Oct, utilizado incluso por algunos eurodiputados. Y el hecho de que llegue en un momento aún delicado del estado de la Unión Europea obliga a defenderla a los que creemos en que este proyecto que tiene más que merecida la distinción a la concordia.

Es cierto que los detractores de esta distinción apuntan a varios momentos recientes que han socavado la credibilidad del proyecto europeo, especialmente la gestión de la crisis económica y la llamada crisis de refugiados. "¿Cómo puede ser que le den el premio a la concordia a quién ahoga a miles de personas en el Mediterráneo?", parecen decir algunos.

No hay ninguna excusa para el sufrimiento provocado por la mala gestión de ambas crisis. Sin embargo, señalar con el dedo rápidamente a lo primero que nos pase por delante es cómodo e injusto. Esto sólo favorece a los encantadores de serpientes o los que creen que las soluciones fáciles deben prevalecer a la construcción de una arquitectura común que nos ayude realmente a superar nuestros problemas. Muros en vez de puentes.

Por ello, creo que merece la pena poner un poco de perspectiva y serenidad, porque nos jugamos mucho. Y para ello, lo que hay que tener en cuenta es la propia estructura de la UE, desconocida para muchos, laberíntica para otros tantos, pero en la que sus tres cuerpos principales - Parlamento, Comisión y Consejo - cuentan con representantes de los 27 países miembros.

Es decir, que en la propia estructura de la UE, los Estados-nación siguen siendo la base, y de ahí la contradicción y la paradoja en señalar a un entre supraestatal y, en ocasiones, abstracto, de los males que nos afligen. La única verdad que importa aquí es la siguiente: la Unión Europea hace lo que los Estados quieren que haga. No son un grupo de encapuchados con traje que nos obligan a hacer cosas.

Por tanto, cuando se utiliza la manida frase de "este recorte nos viene impuesto desde Bruselas"es falaz, y un escudo muy apropiado para los gobernantes estatales para huir de responsabilidades. La realidad es que todos ellos, de una manera u otra, están presentes cuando las grandes decisiones se toman, y puesto que tienen que votar, tienen responsabilidades directas.

Además, como la UE aún es un aparato en construcción, tiene debilidades para rebatir contundentemente estas ideas y erigirse en una voz común y única. El hecho de que el galardón lo vayan a recoger conjuntamente los presidentes de los tres organismos principales de la UE nos da una idea de ello. Y algunos usan esta flaqueza como un oportuno chivo expiatorio; hacer un Poncio Pilates en toda regla.

Pero, además de esta necesidad de clarificar quién está haciendo dejación de funciones en vez de echarle la culpa a "Bruselas", la realidad es que en esta construcción europea que llevamos erigiendo durante 60 años se ha conseguido una paz duradera y una prosperidad que, aunque a veces sufra reveses, no es ni de lejos la que sufren otras zonas del mundo ante sus propias dificultades.

El propio jurado del Princesa de Asturias lo justificaba así: "La UE ha logrado el más largo periodo de paz de la Europa moderna, colaborando a la implantación y difusión en el mundo de valores como la libertad, los derechos humanos, y la solidaridad; estos valores de la Unión Europea proyectan esperanza hacia el futuro, en tiempos de incertidumbre, proponiendo un ejemplo de progreso y de bienestar".

La historia se olvida, y con falta de perspectiva y cantos de sirena nacionalistas, se nos olvida que el continente más conflictivo de la historia de la humanidad se ha convertido en un oasis de paz y prosperidad desde la construcción de la UE. Ese cambio de tornas no es casualidad. Recordemos la concordia.