El mismo día que el pintor islandés Gundmundur Gundmundsson (en los sucesivo Erró) inauguraba su antológica en el IVAM, el contraespionaje ruso descubría, camuflada en una piedra, algo así como una estación transmisora compacta, tan compacta como una piedra, que es a la vez, registradora, videocámara, MP3, discoteca móvil, generador de espuma y hucha del Domund. Según los chicos de Putin -el encargado de prensa se llama Mámontov, lo que ya da una idea- los espías actuaban a favor de las ONG, lo que no es tan raro ¿Acaso los ejércitos de ahora no están, al parecer, para tareas humanitarias? En ese caso, es posible que Cáritas trabaje para el programa nuclear iraní.

Erró pinta a Mortadelo, personaje que le encanta, en el desierto de Iraq, echando una mano al regimiento de Caballería del Aire de Nevada. A la vista de los resultados de la enésima guerra en Mesopotamia, no tengo dudas de que Donald Rumsfeld es uno de los muchos disfraces de Mortadelo. En cuanto a Bush Niño, a un mundo monopolar, le corresponde un presidente de una sola neurona: la que necesita para caminar, no sin donaire.

Erró lleva más de cincuenta años pintando. Eso, a la velocidad con que el tiempo de aleja de nosotros es una eternidad que nos sume en el anacronismo: nadie es más internacionalista que el capital mientras que la China roja sólo es una inmensa reserva de mano de obra esclava donde los chinos trabajan como negros. Más multicultural, imposible. Erró recorta y pega tebeos, carteles, titulares, que son como desperdicios arrojados por la resaca, basura espacial atrapada en la iconosfera: esa infecta capa de mediaciones tóxicas, de propaganda, que pringa como aceite refrito el planeta entero. Con esos detritos realiza grandes retablos, composiciones muy recias y barrocas llenas de feroces guerreros y mujeres gato. No sé si es tan bueno como Eduardo Arroyo, pero lo hallé tan gentil, cálido y disciplinado como un principiante.

empica5@yahoo.es