Hace unos días un columnista de este periódico opinaba con absoluta libertad -como no puede ser de otra manera- sobre el actual arzobispo de Valencia, al que recriminaba que se expresara -también como no podía ser de otra forma- con total libertad sobre temas de candente actualidad. Decía en el artículo que el prelado de Valencia «está muy politizado» y que opina sobre temas que no son de su incumbencia pastoral y que están alejados de «la onda de sus feligreses».

Estas afirmaciones, para nada ­reales, las hacía quien da la sensación de tener unos marcados prejuicios contra todo lo que representa la Iglesia católica. Y digo prejuicios y no desconocimiento, porque no creo que ignore que la Iglesia viene manteniendo, sin importarle el partido que gobierne, los mismos argumentos durante siglos sobre la concepción de la sociedad, el ser humano y la vida.

Este articulista, a quien se le ve una marcada tendencia política, habla de connivencia interesada entre la Iglesia y el ayuntamiento, acusando a la Administración municipal de regalar solares para la construcción de parroquias. Unos solares que no fueron ni mucho menos regalados, como bien recordará el autor de estas acusaciones, porque fue concejal en el consistorio de Valencia, ya que forman parte del convenio entre la Iglesia y el ayuntamiento que dio lugar a la recuperación para el patrimonio municipal del solar de la Almoina, hoy convertida en una plaza y en un museo donde es posible conocer cómo era la primera Valencia que fundaron los romanos, así como las distintas etapas históricas de la ciudad.

Tampoco le parecía bien a este neutral crítico con la Iglesia que la archidiócesis de Valencia dedique un templo a los mártires de la guerra civil asesinados por su fe católica, personas que nada tenían que ver con la política, absolutamente inocentes y ajenas a los argumentos que esgrimían ambos bandos para justificar la contienda.

Es de justicia, por lo tanto, que se rinda homenaje a quien perdió la vida por tener fe en Dios y reflejarlo en su conducta diaria, y me parece muy injusto que haya quien vea en esta decisión un posicionamiento político de la Iglesia cuando se trata precisamente de todo lo contrario: recordar a quien fue asesinado no por su ideología política, sino que lo fue por sus creencias religiosas.

Aunque no sea del agrado de algunos, el arzobispo está actuando como lo hicieron sus predecesores desde el origen de la Iglesia, y como lo seguirán haciendo sus sucesores: difundiendo el mensaje de Cristo como sucesores de los apóstoles que son. Un mensaje propio, auténtico, de carácter humanista, que sigue su camino sin influencias de ningún pensamiento político, y que ha perdurado con absoluta vigencia desde hace veintiún siglos por su trascendencia, universalidad y fortaleza. Sin duda alguna, esta vigencia y perdurabilidad de un mensaje no se ha dado en ninguna de las corrientes políticas que han existido a lo largo de la historia de la humanidad.

* Segundo teniente de alcalde del Ayuntamiento de Valencia.