«Mi mujer Aure me dijo un día; o los trenes o yo -bromea Enrique- así que hace poco decidimos guardar todas las piezas en otro piso que teníamos sin ocupar». Es allí donde almacena una colección que tiene «un valor incalculable», aunque no se aventura a dar una cantidad de lo invertido. Algunos museos de ferrocarril se han interesado por los fondos, pero de momento no sabe qué destino tendrán cuando él no esté. Dice que le gustaría donarlo al Ayuntamiento de Gandia. J. C. gandia