La finalización de la temporada fuerte del turismo en la Safor, que coincide en septiembre con una todavía escasa actividad agrícola en el ámbito de la naranja, acaba de arrojar un pésimo dato para el empleo comarcal.

Durante ese mes nada menos que 869 personas engrosaron la lista del paro, más de la mitad de ellas en Gandia, la ciudad que aglutina la mayor parte de la actividad turística. Oliva y Tavernes, con una menor dependencia del sector servicios, registraron un centenar más de desempleados, mientras que localidades donde la agricultura sirve de rescate para encontrar un sueldo en invierno incluso el paro ha bajado. Entre estas figura la Font d'en Carròs, con ocho ocupados más en septiembre que en agosto.

Las cifras oficiales no dejan duda alguna. Durante septiembre se agotaron los contratos del sector servicios, fundamentalmente en la hostelería y el comercio, para un total de 986 personas. La agricultura, con 70 empleados más, y la construcción, con 91, no fueron capaces de absorber, ni de lejos, el parón turístico que siempre se da a principios de otoño. La industria también siguió a la baja, con la pérdida de 39 puestos de trabajo, manteniendo una tendencia desgarradora que se viene produciendo desde hace más de cinco años.

Este es el segundo mes consecutivo de datos muy negativos para el empleo en la Safor. En concordancia con lo ocurrido en la Comunitat Valenciana y en el resto de España, la actividad no arranca y la comarca vuelve a situarse en casi 18.000 personas que quieren trabajar y no encuentran dónde. Sin que sirva de alivio, la variación interanual sigue siendo positiva, dado que el mismo mes del año pasado estaban registradas en la listas del paro mil personas más que en estos momentos.

Septiembre suele ser un mal mes para el empleo en la Safor. Ha ocurrido así desde que la industria empezó su caída libre y la agricultura no pudo recolocar a quienes dejan de trabajar en bares, hoteles, restaurantes, tiendas y otros negocios relacionados con la atención a los visitantes, especialmente en las playas.

El mes de octubre, en cambio, marca una tendencia diferente al existir una mayor demanda de mano de obra para la recolección de la naranja y para los almacenes y transportistas que se encargan de completar el ciclo de actividad que permite poner la fruta en el mercado nacional e internacional. En cualquier caso, la situación no pinta positiva porque el abandono de tierras, la escasa producción y, sobre todo, la dudosa rentabilidad de las explotaciones agrícolas sitúan a este sector, en otros tiempos fuente de ingresos para miles de personas, en un refugio forzoso al que agarrarse mientras se busca una ocupación más estable.

La estadística oficial no presenta variaciones respecto a los contratos firmados y mantiene un panorama sombrío. La inmensa mayoría son temporales y a tiempo parcial.