Un grupo de niños recorre en ambiente festivo las calles de la pequeña localidad de Almiserà. Lo hacen entre el primer día del nuevo año y la jornada previa a los Reyes Magos de Oriente. Van provistos de cordeles a los que han enganchado botes de bebida o de comida, y su intención es hacer el mayor ruido posible para que Melchor, Gaspar y Baltasar les oigan y recueden que aquí también tienen que dejar regalos.
Es la peculilar y curiosa tradición de los «panderos», que tiene lugar en Almiserà desde tiempo inmemorial y que se mantiene no solo gracias a la transmisión de padres a hijos, sino también a través de talleres que se organizan en estas jornadas sin colegio.
Hasta ayer grupos de niños han recorrido cada una de las calles arrastrando los botes como reclamo sonoro a los Reyes Magos porque no quieren que pasen de largo y les dejen sin regalos. Las personas de más edad, especialmente los ancianos, les miran con alegría y recuerdan viejos tiempos, cuando ellos mismos eran niños y protagonizaban este recorrido arrastrando «llandes».
Es posible que la tradición se deba a la situación geográfica de esta pequeña localidad, un tanto apartada en el interior de la comarca de la Safor, a los pies de las montañas y separada de Llocnou de Sant Jeroni por el cauce del río Vernissa. Algún día perdido en el pasado alguien bromearía diciendo a los niños que si no hacían ruido, no vendrían los Reyes Magos, y desde entonces pasó a formar parte de una cultura popular en peligro de olvidarse.
Pese a todo, no es Almiserà la única localidad con esta peculiar tradición de los «panderos». Al menos en Ròtova también se lleva a cabo esta actividad, animada incluso por maestros del colegio público que no quieren que se pierda.