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Cambio de género

Ni el largo camino detuvo a Dylan

La madre del menor transexual de Piles narra el proceso médico y judicial hasta el cambio de sexo

Dylan Galera, el joven transexual de 17 años de Piles, se puso en la cabecera de la manifestación del orgullo LGTBI del año pasado en València. No se esconde. No tiene ningún problema en contar su caso donde haga falta. Hoy, es una persona liberada, que incluso ha mejorado sus notas en el instituto. No es por casualidad. «Ha pasado de aprobar justo a sacar 8 y 9 en los exámenes», narra su madre, Noelia Úbeda.

Primero fue reconocer qué era aquello que le hacía no estar a gusto consigo mismo. El sexo que ponía en su Documento Nacional de Identidad (DNI) no era el que interiormente sentía. Lo siguiente, pero más difícil, fue confesarlo. Entre una cosa y la otra pasaron varios años, un tiempo que para Dylan fue un calvario. Se encerraba en sí mismo, y con él, un secreto: pese a que al nacer le asignaron el sexo femenino, él hacía mucho tiempo que se sentía un niño. «Era una chica rara, una persona a la que nadie entendía y ya sabemos por qué», cuenta su progenitora. «Ahora es un joven liberado, normal, abierto», prosigue.

«Desde que lo contó es una persona nueva, en definitiva», narra Noelia Úbeda, quien, además, cree que, visto desde la distancia que da el paso del tiempo, «es una pena que no lo hubiéramos sabido antes, porque así no lo habría pasado mal durante todo ese tiempo».

El pasado viernes conocía la que, posiblemente, ha sido la noticia más importante de su vida: una juez de Gandia aceptaba su cambio de nombre y sexo y, por fin, era reconocido como lo que es, un chico.

Descubrirlo, contarlo y que todo su entorno lo aceptara con tanta naturalidad fue muy importante para él. Pero tocaba culminar el cambio y no lo iba a tener nada fácil. Durante los casi dos años en los que ha luchado para lograr la aceptación de la justicia, la incertidumbre se ha apoderado de la familia.

El apoyo de la Fundación Daniela ha hecho que no tiraran la toalla. Los voluntarios y profesionales de esta entidad atienden a jóvenes transexuales. Ellos les aconsejaron, les guiaron. Ellos hicieron que la madre y el padre de Dylan afrontaran y superaran el miedo que sintieron cuando su hijo les confesó que quería cambiar de sexo. Supieron que no estaban solos. El camino, tanto médico como judicial, no ha estado exento de baches y podría haber sido frustrante sin ese final feliz.

Lo primero fue acudir al médico de cabecera de su centro de salud de referencia para que este, a su vez, derivara al joven al psicólogo-sexógolo Felipe Hurtado, en València. Este profesional fue el encargado de evaluar psicológicamente a Dylan e indicar cuándo había alcanzado el grado de madurez suficiente para ponerse en manos del endocrino, el especialista que supervisa el proceso de cambio físico de género.

En esta fase, el menor fue sometido a exhaustivos análisis de sangre y orina e incluso a una densitometría. Esta prueba tiene por objeto verificar si el joven ha detenido el proceso de crecimiento, pues en caso de no haberlo hecho, no podría someterse al tratamiento. Dylan ya había superado esa fase natural.

Fue entonces, el pasado febrero, cuando se inició el proceso de hormonación. Así, el chico se inyecta cada 21 días testosterona, un proceso que deberá mantener de por vida. Este tratamiento provocará cambios en las facciones de la cara, que se harán más rudas, aumento de la espalda, reducción del pecho, salida de bello en la cara, etc. «Los cambios son lentos, no de hoy para mañana. Él experimentará los mismos procesos que cualquier joven de forma natural», cuenta la madre.

Este tratamiento puede tener efectos secundarios, pero Dylan no los ha notado, al menos de momento. Si bien, lo único que ha sentido es que «suda un poco más». La mayor irascibilidad, o nerviosismo son algunos de los síntomas que han sentido personas que se someten a hormonación. «Va a personas. Depende».

El siguiente paso es la intervención quirúrgica. El joven de Piles se encuentra al inicio de este proceso, que llevará a cabo en el hospital de La Ribera, en Alzira, a elección de la propia familia.

El proceso judicial

Paralelamente al proceso facultativo, la familia inició una lucha judicial. Junto a la demanda, aportaron como pruebas de que la decisión del cambio de sexo iba en serio los informes médicos, la partida de nacimiento y hasta fotografías en las que se evidenciara el cambio físico de Dylan. También incluyeron la sentencia del primer menor valenciano al que se le aceptó el cambio de nombre y otras resoluciones judiciales de cambio de nombre.

Acudieron a declarar varios testigos que confirmaran que el menor vive desde hace tiempo con el sexo sentido por él (no el que le asignaron por sus atributos al nacer). Incluso aportaron testimonios que confirmaron que en las listas del instituto ya estaba registrado con el nombre de chico, y que utilizaba los vestuarios y baños masculinos.

Dylan ratificó ante el fiscal la demanda. Tan evidente es su caso, que la juez ni siquiera pidió que el menor fuera revisado por un médico forense, algo que en otras ocasiones sí ha ocurrido.

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