El anticuario zamorano Ignacio Martínez partió en 1931 de un conjunto de piezas originales que "completó con reproducciones" para levantar un claustro entero en una finca privada del madrileño barrio de Ciudad Lineal. Con la colaboración del fotógrafo Moreno realizó un detallado catálogo para promocionar las galerías en el exterior, probablemente en EE UU. La venta se demoró hasta finales de los años 50 y el conjunto acabó en Girona. Esa es la teoría que baraja el historiador Gerardo Boto, quien hace casi dos meses "redescubrió" el ya célebre claustro románico que hoy descansa en Palamós.

Algunos expertos tienen claro que las galerías son falsas, pero Boto les reta a "que demuestren" que estamos ante un conjunto fabricado íntegramente en los años 30. Porque Boto sigue convencido de que el claustro es "parcialmente auténtico". Su argumentación se basa en las marcas de apalancamiento que se perciben en los zócalos, en la iconografía de dos capiteles de los que no se conocían fotografías por entonces para poder reproducirlos y en el sentido común: "La operación comercial empezando de cero y con todos los elementos falsos es inviable en términos económicos y transfronterizos", esgrime.

La primera de esas "líneas rojas" radica en que parte de los zócalos que sostienen el conjunto hay desconchones. Para Boto son "marcas de apalancamiento" en piezas originales que habrían sido extraídas para su traslado. "Si hubiera sido falsificado no existirían estas marcas", razona Boto. Pero a continuación viene la aseveración más sorprendente. Si damos por bueno que una parte de los zócalos son originales y que estos determinan las proporciones del resto del conjunto, "es verosímil que la volumetría sea la original incluso aunque todas las piezas que están encima sean falsas".

Además, Boto basa su tesis en que uno de los capiteles muestra al juez Sansón abriendo la mandíbula de un león y en otro grifos (una mezcla de león y águila) pican racimos de uvas. "Las fotos de las iglesias donde están estos modelos no se conocían en 1931", razona Boto, quien deduce que "solo un escultor antiguo, que manejaba los libros de modelos de la época, pudo hacerlos".