"Un día, mi padre me visitó y me dijo: "Quiero que vengas a casa". Le pregunté si mamá estaba enferma y me insistió: "Ven a casa". Allí, recibí el telegrama del Ministerio de Defensa", recordaba el lunes Phyllis Clemens, en el Club Náutico de Vigo.

Aquel papel le comunicaba el fallecimiento de su marido, ingeniero a bordo del buque de guerra Egret, en una misión de la Real Armada inglesa durante la II Guerra Mundial, bombardeada por un escuadrón nazi. Era el año 1943. Solo faltaban dos para acabar la contienda, pero entonces nadie lo preveía. El lunes se cumplían 69 años de aquel ataque, que tuvo lugar a 30 millas náuticas de Vigo. Y el lunes, la familia de Phyllis Clemens -de 96 años de edad y una sonrisa y movilidad sanamente envidiables- visitaba por primera vez el lugar del bombardeo para ajustar cuentas con el pasado y el dolor.

"Hasta hoy no había tumba. Todo el mundo a quien le muere un familiar necesita una tumba. Por eso, desde hacía mucho tiempo queríamos hacer esto", explicaba Raymond Smith, hijo de Phyllis, quien añadió: "He traído a esta ceremonia a mi hijo y mi hija porque no llegaron a conocer a su abuelo".

En su cabeza, desde hace años rondaba realizar una ceremonia de adiós a su progenitor. Entonces, no imaginaba lo insigne que llegaría a ser el acto, que contó con presencia de la Real Armada y Gobierno británicos mediante la participación de una militar inglesa.

Fue una de las que formó la comitiva de adiós en la que participaron Phyllis y Raymond; así como los nietos de la anciana, Damien y Naomi Smith, que no se despegaban de su abuela. "Cuando nos casamos -recordaba Phyllis- teníamos 27 años de edad. Pasamos cinco años juntos antes de que muriera. Desde ese día, nunca imaginé que acabaría viniendo aquí y teniendo un día tan maravilloso como el que he tenido. Ha sido toda una aventura. No me he puesto triste. Simplemente le he dicho adiós y me siento libre. Él ahora es feliz y yo también".

Ni siquiera las olas de dos metros y la marejada le empañaron el día. "Él era ingeniero y estaba en la parte inferior del barco. Por eso, he querido estar en la parte más baja, donde él estaba. Quería estar sola", señaló.

Como adiós, Phyllis dejó caer en el lugar del bombardeo un ramo de flores de crisantemos y rosas prácticamente igual al que portó el día de su boda con el que fue su primer esposo con una única diferencia: ninguna flor roja, ya que este color lo asocia a la muerte. Tras esta emotiva ceremonia, la familia visitará la Costa da Morte y Portugal antes de regresar a la comarca de Oxford de donde procede para relatar un periplo que también contará la prensa británica.