Inicialmente, el fiscal pedía una pena de seis meses de prisión y suspensión de empleo de Policía por el mismo tiempo por un delito de lesiones, y reclamaba que indemnizaran a la víctima con 3.000 euros por los daños morales causados, y con 400 euros por las lesiones. Sin embargo, tras escuchar al hombre y a los agentes, decidió cambiar su acusación y suspender la pena.

Los agentes, actuando en el ejercicio de sus funciones, detuvieron a este hombre en su domicilio de la calle San Juan Bosco, porque creyeron que había amenazado y agredido a su esposa y a sus hijastros, quienes habían llamado al 091 y solicitado intervención policial.

Al llegar al lugar, los policías explicaron que el hombre estaba encerrado en la galería de la vivienda, tumbado en el suelo, y que a penas se movía, por lo que no le pusieron las esposas hasta bajar a la calle. Una vez en las dependencias policiales, lo introdujeron en el precalabozo y fueron a dar parte al instructor encargado del caso. Sin embargo, en el transcurso del informe, escucharon voces y golpes, por lo que acudieron hasta ese habitáculo.

Allí observaron que el hombre tenía la cara manchada de sangre, y que no paraba de autolesionarse con los barrotes y las paredes, "estaba totalmente fuera de sí", dijo uno de los agentes. Por ello, entraron y lo intentaron reducir. Tras lograrlo, lo llevaron inmediatamente a que le curaran las lesiones que se había producido. "No le dimos ningún golpe", insistió el otro policía acusado.

Esta versión fue corroborada por el policía encargado de la seguridad y la custodia de los detenidos en los calabozos, quien indicó que se escucharon voces y golpes desde el habitáculo en el que se encontraba el detenido. Afirmó que acudió hasta allí junto con los policías acusados, y que el hombre presentaba sangre en la cara y que intentaba autolesionarse.

Sin embargo, el hombre, que se encuentra en tratamiento psiquiátrico y suele tener brotes psicóticos, aseguró que una vez en la comisaría, le metieron en una habitación y le golpearon en la ceja y por el cuerpo. "Me dieron patadas y tuve desgarros musculares. Yo no me golpeé en ningún momento", aseveró.

No obstante, indicó que no podía reconocer a los agentes que le agredieron, y explicó que tardó hasta dos meses en denunciar lo ocurrido porque tenía miedo y aturdimiento, y porque al principio no recordaba muy bien lo que había pasado, y que con el tiempo le vino "a la cabeza".

Asimismo, el hombre afirmó que le pusieron puntos en la herida de la ceja en la comisaría, y que no recuerda que le trasladaran a ningún hospital; también varió su versión al asegurar que nada más salir de las dependencias contó lo ocurrido a su mujer, mientras que al forense y al juez no les pudo manifestar nada porque aseveró que "no lo recordaba".

Por su parte, la mujer, quien reconoció que en alguna ocasión su marido había intentado suicidarse y autolesionarse, declaró que "en ningún momento" los agentes le dijeron que detenían a su marido por un delito de malos tratos, sino que le aseguraron que la llamarían después de llevar a su esposo al hospital. Al mismo tiempo, le indicaron que debía denunciar lo ocurrido, por lo que, según ella, recibió "presiones psicológicas", ya que no se sentía maltratada, y les denunció.

Aseveró que llamó a la Policía para que le ayudara y se llevara a su marido al hospital, con el objetivo de que le limpiaran el estómago, ya que había ingerido un paquete de pastillas tranquilizantes. Les indicó que estaba muy agitado y alterado, y que le había amenazado con romperle el brazo si no le soltaba y le dejaba irse. Cuando fue a recogerlo de las dependencias, le observó diversas heridas que "no parecían fruto de una autolesión", dijo.