Miguel Ricart, el único condenado por el crimen de Alcàsser y tildado de agresivo, antisocial y narcisista, ha regresado al mundo civil 20 años después de entrar en la cárcel y tras haberse desdicho en el juicio de su primera inculpación en unos hechos por los que aún se busca a su amigo Antonio Anglés.

La vida de Ricart ha estado marcada por una carencia de afectos familiares desde la infancia.

Perdió a su madre cuando contaba con unos 4 años y ha tenido una mala relación con su padre que ha repercutido en su carácter, según uno de los informes psicológicos que le fue realizado.

También influyó en su vida un cambio de centro escolar (del colegio Juan Bosco a la Universidad de Cheste); el abandono de este centro al perder una beca por su bajo rendimiento, y la salida del hogar familiar a los 18 años.

Todo ello generó en Ricart un deseo de ganar el afecto, quedar bien y sentirse querido por los demás, lo que unido a la influencia de determinadas compañías desde que abandonó el domicilio familiar, moldearon un comportamiento antisocial.

Fue consumidor habitual de heroína, aunque aseguraba no tener dependencia, pero en su personalidad se hace patente la tendencia a mentir y el narcisismo; a pesar de que no tenía ningún trastorno mental de tipo psicótico, sí rayaba el límite de la psicopatía.

Con la única familiar que guardó cierta relación fue con su hermana, mientras que con su pareja, con la que mantuvo durante poco tiempo una relación problemática, tuvo una hija que, según declaró, es un "punto central" en su vida y a la que quería "más que a sí mismo".

Ricart, quien tiene un coeficiente intelectual normal, era ebanista de profesión, aunque trabajó en todo lo que tuvo oportunidad, y residió un tiempo en casa de Antonio Anglés, el supuesto autor material de los asesinatos y en paradero desconocido.

Aunque el único encarcelado por el triple crimen confesó los hechos en su primera declaración, posteriormente atribuyó ese reconocimiento a las amenazas y torturas que afirmó haber sufrido, y sus últimas palabras en el juicio, celebrado a mediados de 1997, fueron para declararse inocente y afirmar que tenía la conciencia tranquila.

Desde entonces, la vida de Ricart ha transcurrido fundamentalmente en la prisión de Herrera de la Mancha, donde se le concedió un segundo grado que fue anulado después de que el fiscal lo recurriese por considerar que era un sujeto "agresivo y antisocial" que tenía altas posibilidades de reincidencia.

La Asociación Clara Campoamor, que ejerce la acusación popular, destaca que Ricart no ha reconocido el crimen, no se ha arrepentido, no ha pagado las indemnizaciones ni ha pedido perdón, y además, ha sido un preso que "no ha dado golpe" y ha protagonizado "faltas de disciplina".

El único condenado por el crimen de Alcàsser ha pasado cerca de la mitad de su vida en prisión y saldrá en libertad tras 20 años encerrado, con la duda de si será posible su reinserción social.