Un vecino de Benilloba puede perder la vida en Malasia. Víctor Parada es un joven boliviano que residió durante 7 años en este municipio, hasta que en 2009 fue deportado por no tener la documentación en regla. El pasado 5 de enero fue condenado a muerte por hacer de mula e intentar introducir 450 gramos de cocaína en Malasia para saldar una deuda que contrajo en Bolivia, donde residía en el momento de los hechos. La familia, afincada entre Alcoy y Benilloba, pide ayuda y asesoramiento para poder revocar la pena capital.

Los problemas económicos han hundido a toda una familia. Silvia Vargas es madre de cuatro hijos y reside en Benilloba desde 2002. En 2009, uno de ellos, Víctor Parada, fue deportado por estar en situación irregular en España y no estar trabajando en ese momento.

Según narra Silvia, a su llegada a Bolivia ejerció como carpintero, oficio que había aprendido en Benilloba. Con un sueldo de tan sólo 150 euros al mes sobrevivió hasta que en 2010 conoció a una chica y tuvieron un hijo. Las dificultades económicas llevaron a Víctor a pluriemplearse en varias ocasiones, pero como consecuencia de un accidente laboral sufrió la amputación del dedo índice de la mano derecha y la primera falange del corazón.

La empresa le denegó ayuda para cubrir los gastos médicos y tras su recuperación lo despidió por no poder ejercer el puesto que anteriormente ocupaba. La asfixia económica derivó en problemas de pareja y en mayo de 2013 su mujer lo abandonó junto a su hijo. La desesperación le llevó «a aceptar la ayuda económica de un señor sudafricano, el cual le dejó dinero, pero desconocemos la cantidad», tal y como relata Silvia en una carta.

A pesar de que el 28 de septiembre de ese mismo año ella logró la nacionalidad española e intentó hacer una agrupación familiar para traer de vuelta a su hijo y a su nieto, para entonces Víctor ya estaba recibiendo amenazas contra él y su hijo, puesto que la persona que le ofreció ayuda, según explica Silvia, «resultó ser un narcotraficante».

«Le obligó a que le devolviese el dinero o a hacer un viaje portando droga», insiste la madre en su escrito. No fue hasta el 27 de octubre de 2013 cuando otro de sus hijos, Ronald, y Verónica, una amiga de Víctor residente en España, recibieron una llamada informando de que éste había sido detenido.

Desde entonces la familia ha vivido un auténtico calvario, puesto que en un principio llegaron a denunciar la desaparición de Víctor porque desconocían su paradero y si era cierta su detención. Una vez localizado en Malasia gracias a una llamada de él, una amiga viajó hasta allí, donde le recomendaron que contratasen a un abogado.

Desde entonces, toda la familia empezó a reunir dinero para los gastos del abogado, el traductor y todo lo necesario y el 8 de diciembre de 2017 se celebró el primer juicio, al que acudió Silvia para declarar, así como consiguió abrazar a su hijo después de cinco años sin verlo. El 5 de enero de este año el juez declaró a Víctor culpable de tráfico de drogas por intentar introducir en Malasia 450 gramos de cocaína en el interior de su cuerpo, condenándolo a la horca.

La familia ha recurrido, aunque el proceso podría demorarse otros dos años.