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Historias de empresarios | Juan Cámara

El hombre afortunado

Cofundador y copropietario de TorresCámara, fue testigo de un atentado de ETA y del incendio del hotel Corona de Aragón. Nacido en Zaragoza en 1959, lleva cuatro décadas en Valencia, donde ha creado una de las principales empresas españolas de obra pública.

Puede decirse que Juan Cámara es un hombre afortunado. No solo por haber levantado de la nada una de las principales empresas de obra pública de España, con más de mil trabajadores y negocio en tres continentes, sino también por haber esquivado en dos ocasiones la sombra de la muerte. Estaba en la playa de San Sebastián, donde su familia veraneaba hasta que cumplió los diez años, cuando ETA hizo estallar su primera bomba en un bar próximo. Tiempo después, con veinte años, trabajaba en el hotel Corona de Aragón cuando el incendio del inmueble, un atentado según algunas versiones, acabó con la vida de 83 personas. Por su horario, no estaba en el establecimiento cuando se produjo la tragedia, pero, como recuerda ahora, la noche anterior cenó con algunos empleados que fallecieron en el siniestro. Aquel día, además, tuvo un «pálpito»: cuando acabó la jornada volvió al hotel a recoger los apuntes que repasaba entre faena y faena por una asignatura suspendida en la Universitat de València, donde desde los 17 años estudiaba Ingeniería de Caminos. Los papeles, por tanto, no ardieron.

Juan Cámara nació en Zaragoza en 1959 en el seno de una familia de clase media. El padre era encargado en una empresa del metal especializada en frenos de coches y la madre formaba parte del equipo directivo del citado Corona de Aragón. De ahí que el ahora empresario llegara a trabajar en ese hotel. Aunque solo once días. Hasta que se quemó (o lo quemaron).

Cuenta Cámara que de niño era algo «trasto» y un poco vago con sus estudios, pero las matemáticas le gustaban y se le daban bien. De ahí que, al finalizar el bachillerato en el Instituto Goya de la capital aragonesa, él y otros siete compañeros de estudios se agruparan para cursar una carrera técnica, concretamente la ingeniería de caminos.

La mayoría se fue a Madrid, pero él optó por Valencia. Y es que la familia había dejado un tiempo antes los veraneos en San Sebastián por Cullera y Sagunt, cuya playa, casualidades de la vida, rehabilitó muchos años más tarde TorresCámara, la firma de la que es cofundador y copropietario. Allí alquilaban una casa durante los tres meses del estío. Con la llegada de la etapa universitaria, Cámara fijó su residencia en los meses de estudiante en el actual Colegio Mayor Luis Vives de Valencia, que entonces se denominaba Alejandro Salazar. Fueron seis años. Entremedias, hizo la mili como alferez en dos temporadas: seis meses en Alicante y otros seis en Madrid.

El trabajo

Cuando aún no había acabado la carrera, ya empezó a trabajar en el sector. Fue en la firma alicantina Ersa, dedicada a la fabricación de estructuras de hormigón. Poco después, uno de los socios de esta mercantil le encargó la gerencia de una firma de su propiedad „Vibrados del Mediterráneo„ dedicada a prefabricados del mismo material. Se trasladó a Oliva. Fue el inicio de una vinculación con esa localidad valenciana que ya no se ha roto. Allí tiene su segunda residencia, a donde se retira los veranos y los fines de semana.

Más trascendente fue que en esa localidad puso el germen de la actual TorresCámara. El empresario conocía al arquitecto municipal de El Vergel y este le pidió que se hiciera cargo de unas obras que habían quedado desiertas en el ayuntamiento. Cámara conocía a José Torres, seis años mayor, cuyo padre tenía una empresa de obra pública, y le propuso que realizara aquellas obras. La respuesta de Torres fue hacerlas a medias. Y constituyeron TorresCámara.

Los comienzos, como suele ser habitual, no fueron fáciles. «Tuvimos que empezar desde los sótanos del sector, haciendo obras muy pequeñas en La Safor y para la Diputación de Alicante», recuerda ahora. Fue toda una década. Un problema con el ayuntamiento de Xeraco, cuyo alcalde no pagaba una obra ya realizada, les hizo ver que el siguiente destino debía ser la administración autonómica. Y luego llegó el negocio nacional. De alguna manera, esta escalada hacia el éxito se sustentó en una de las políticas prioritarias de la compañía, que es la de la atracción del talento. La contratación de personal cualificado «nos hacía crecer y nos permitía optar a obras más complejas», asegura el empresario. Cuando llegó la actual crisis económica, que supuso una parálisis casi total en la inversión pública valenciana y española por la falta de recursos, TorresCámara ya había empezado a hacer los deberes de la internacionalización. Además, había sido prudente al no crecer a base de deuda bancaria, lo que le permitió sortear la recesión con solo algunos años de bajadas de la facturación. Tras tantear la Europa del Este, TorresCámara dirigió su aventura exterior hacia Sudamérica, donde ahora tiene negocio en Perú, Colombia (opta en una UTE al tranvía de la capital, Bogotá, al igual que en Paraguay y Brasil), México y Uruguay. Asimismo, se unió a las valencianas Rover Alcisa y Cyes, aunque esta última ya abandonó la sociedad, para la construcción de los talleres de mantenimiento de los trenes con los que Renfe explotará el AVE La Meca-Medina, en Arabia Saudí.

Todo este crecimiento coincidió parcialmente con los años en que la corrupción se desbocó en la Comunitat Valenciana. Notorios constructores se encuentran ahora imputados por numerosas causas, como tantos políticos. Cámara recuerda que se «acostaba muchas noches decepcionado porque me era imposible llegar a muchas obras. En ocasiones pensaba que no lo estábamos haciendo bien, pero ahora leo los periódicos y veo por qué». «Por eso la corrupción elimina competencia; es tan dañina como hacer economía low cost, es decir, adjudicar obras a la oferta más barata», asegura el empresario, quien destaca la labor que el fallecido José Ramón García Antón realizó como conseller de Infraestructuras, y de la socialista Inmaculada Rodríguez Piñero desde la secretaría general de Infraestructuras del Ministerio de Fomento. El primero elevó la participación de las empresas valencianas en la obra pública al 60 % desde un pobre 10 % y la segunda propició la llegada del AVE: «Nunca hemos tenido tanta influencia en Madrid como con ella».

Juan Cámara participó en la creación de la federación valenciana de contratistas de obra pública Fecoval, en cuya presidencia sucedió a Rafael Ferrando cuando este pasó a liderar la patronal provincial CEV en 1997. Estuvo hasta 2007, cuando decide concentrar sus esfuerzos en su empresa. Antes de eso, José Vicente González le llamó para formar parte del comité ejecutivo de la CEV y Arturo Virosque, para el de la Cámara, como tesorero. Ahí continúa este empresario padre de una hija que, tras estudiar Historia del Arte y un master en Bellas Artes, trabaja ahora en EMR, la filial de TorresCámara dedicada a rehabilitación y conservación.

Su esposa dio clases de Derecho Constitucional en la Universitat de València. Es hija de Joaquín Tomás, un catedrático de la misma especialidad, buen amigo de Torcuato Fernández Miranda, tutor del rey Juan Carlos y uno de los artífices de la Transición. Él le descubrió la Constitución non nata de Francesc Pi i Margall, uno de los cuatro presidentes de la Primera República. Es un texto federalista que en la última reunión del Círculo de Confianza de Madrid Cámara tuvo la ocasión de trasladar al presidente de la Generalitat, Ximo Puig, como herramienta para solventar las actuales tensiones territoriales en el país por el secesionismo catalán. Aunque mantiene una casa familiar en la aragonesa Daroca y su hermano menor, aparejador, vive en Zaragoza, Cámara se siente, tras cuatro décadas aquí, plenamente valenciano, tanto que hace ya tiempo que desterró su forofismo por el equipo maño y ahora es seguidor del Levante, no en vano uno de los consejeros de TorresCámara es Pedro Catalán, padre del presidente de este club. El fútbol también fue una pasión como deporte. Cámara ahora solo hace ejercicio en el gimnasio. Hace tres años tuvo un accidente en el centro de Valencia, provocado por otro conductor, y se rompió una vértebra. Le han recomendado no correr. No siempre se tiene la suerte de cara.

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