Despedimos el pasado año con incertidumbre e iniciamos el nuevo con más incertidumbre. Los empresarios reclamábamos entonces un escenario de estabilidad que permitiera aprovechar el aún frágil crecimiento económico para emprender las necesarias reformas estructurales y las políticas de reactivación de la economía y el empleo. Iniciamos 2016 con esta misma inquietud en un escenario que se complica con mayores dósis de incertidumbre. Junto a la crisis económica mundial y otros factores geopolíticos de incierta evolución, nuevos elementos como el comportamiento de los mercados en las primeras semanas de enero y las consiguientes dudas sobre el modelo económico chino, que arrastra a los emergentes después de haber sido motor de la economía mundial en la última década, aportan mayor incertidumbre. Sin duda, la crisis china tendrá un efecto, ya sea directo o indirecto, en la economía valenciana, sobre todo en lo que al capítulo de comercio exterior se refiere. Lo que algunos ya califican de ocaso de la economía china, no sólo afecta a los movimientos bursátiles como estamos viendo estas semanas, también afecta a sus socios comerciales y su impacto es mundial.
Incertidumbre e inestabilidad también en el panorama político español. A la deriva independentista de Cataluña se añade la ausencia de compromiso político por dar respuesta a la voluntad de los ciudadanos en las urnas y por formalizar un ejectutivo que tome las riendas del país en esta incierta coyuntura. Nuestro desgobierno, en el punto de mira de Europa, afecta a la actividad económica, al empleo y a las inversiones y ya ha habido quien se ha ocupado de cuantificar este perjudical efecto. Solo en lo que afecta a la actividad turística, y según la propia valoración realizada por Exceltur, de alcanzarse acuerdo para la conformación de un Gobierno en los seis primeros meses del año el PIB turístico crecería un 3,4%, siete décimas más que el PIB español; prolongar el gobierno en funciones tendría un coste, según estas mismas estimaciones, próximo a los 900 millones de euros.
Y mientras tanto, el país permanece en stand by a la espera de ejecutar las reformas estructurales que requiere el ámbito de la energía, la educacion, la fiscalidad, la financiación autonómica y el redimensionamiento del sector público. Reformas que exigen compromisos estables a largo plazo y que es necesario abordar con urgencia para una recuperación estable y sostenible de la economía y el empleo. No podemos permitirnos seguir viviendo en lo que parecen dos realidades paralelas, la económica y la política, porque la economía, la política y también la sociedad deben integrarse en una misma realidad que avance armoniosamente a un mismo ritmo.
Nuestra autonomía no es ajena a esta incertidumbre general y requiere, cuanto antes, una interlocución con el Gobierno central para rediseñar el modelo de financiación autonómica que respaldan todos los valencianos y que ya cuenta con el compromiso electoral de los políticos. Nadie cuestiona esta necesidad y los datos cantan: nuestra tasa de paro y deuda per cápita son superiores a la media nacional, mientras que la financiación y la inversión pública per cápita se sitúan sensiblemente por debajo de dicha media. En paralelo, nuestra Comunitat sigue siendo la tercera región exportadora de España, aportando riqueza y divisas al conjunto de la economía. Por tanto, 2016 debe ser el año en el que consigamos, o cuanto menos avancemos, en esa justa equidad en materia de financiación y también de las inversiones. Y, por último, si realmente pretendemos remontar esta crítica situación que se prolonga en exceso en el tiempo, debemos procurar un marco idóneo para el ejercicio de la actividad empresarial, la que genera empleo y riqueza. Los empresarios y los nuevos proyectos empresariales requieren certidumbre y seguridad jurídica, es decir, un marco estable y competitivo en el funcionamiento del mercado y en las normas que lo regulan.
