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Opinión | Desde el campo

Entre rejas

Esta misma semana hemos conocido, a través de la Delegación del Gobierno, los datos relativos a la evolución de la delincuencia en el medio rural valenciano. Las cifras oficiales indican que durante los dos últimos años los delitos relacionados con la agricultura han experimentado una reducción del 38 % y que sólo durante el pasado ejercicio las infracciones penales de esta misma naturaleza han bajado un 25 %. A la vista de los número que maneja el Gobierno, que no ponemos en duda, bien podría pensarse que el campo se ha transformado de un tiempo a esta parte en poco menos que un remanso de paz, cuando desgraciadamente la realidad sigue siendo bastante más dura y desalentadora para los profesionales del agro y la ganadería.

Vaya por delante, porque es de justicia hacerlo, nuestro reconocimiento sincero y explícito al muy meritorio trabajo que llevan a cabo las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para combatir esta lacra, pero ese esfuerzo, innegable por otra parte, no puede tampoco llevarnos a engaño. Los ladrones, organizados en bandas especializadas, siguen campando a sus anchas por nuestros cultivos, granjas e infraestructuras de riego. Sin ir más lejos, durante las últimas semanas decenas de instalaciones para el regadío de los huertos han sido saqueadas en diversos términos municipales de l'Horta Sud, al tiempo que se multiplican las denuncias de nuestros asociados ante la oleada de robos que sufren en sus explotaciones de cítricos. Esa y no otra, mal que nos pese, es la realidad nuestra de cada día y las buenas cifras oficiales sobre el aumento de detenciones y el descenso de delitos agrarios no logra borrar en modo alguno la sensación de impotencia y desamparo de los agricultores y ganaderos.

Sin duda que la presión policial, de la mano de los Grupos Roca de la Guardia Civil creados ex profeso para combatir la delincuencia en el medio rural, ha crecido e incluso ha dado sus frutos, pero no es aún suficiente y no lo es porque el quid de la cuestión, la verdadera clave del problema radica en el destino de los malhechores reincidentes que son arrestados. La reciente reforma del Código Penal, con endurecimiento de los castigos por este tipo de delitos incluido, no ha logrado diluir en absoluto la impresión de que los delincuentes que son arrestados entran por una puerta y salen por la otra a las pocas horas. Y mucho me temo, que así no hay nada que hacer.

Lo que nosotros, como agricultores y principales víctimas de este panorama, queremos saber es cuántos de estos maleantes están en la cárcel, cuántos de esos bandidos están entre rejas, porque de lo contrario corremos el riesgo de caer en un discutible triunfalismo inducido por las falsas apariencias, cuando en realidad la situación en materia de seguridad en el campo valenciano sigue siendo intolerable, por mucho que los números se empeñen en decir lo contrario.

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