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El campo valenciano

Batalla en la agricultura por el control de los cultivos

Mientras algunos investigadores sostienen que «sin biotecnolgía la agricultura no tiene futuro», otros modelos, como el que pretende implantarse en la C. Valenciana, apuesta por los cultivos ecológicos

Batalla en la agricultura por el control de los cultivos

La misma semana que la conselleria de Agricultura presentaba el I Plan Valenciano de Producción Ecológica 2016-2020 „que garantiza una inversión de 23 millones de euros a través de fondos de la Unión europea (UE) para elevar la producción de cultivos ecológicos al 10 % del total, es decir el doble que en la actualidad„ la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universitat Politècnica de València (UPV) organizaba una jornada con prestigiosos investigadores de toda España para analizar el futuro de la biotecnología agrícola. Sus expertos „más allá de la mala percepción social sobre los transgénicos„ sostienen que sin estas técnicas «la agricultura carece de futuro en el siglo XXI». En juego están dos modelos de cultivos.

El catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la UPV Ramón Serrano sostiene que es necesario aumentar la producción de alimentos durante el siglo XXI de acuerdo con el crecimiento de la población mundial. «De los 7.000 millones actuales vamos a pasar a 9.000 en 2050 y se estabilizará la población en 10.000 millones a finales de siglo. Pero incluso este crecimiento limitado, junto al aumento del nivel de vida que se está produciendo en la mayoría de los países, supone duplicar la demanda de alimentos», explica este investigador. En su opinión, «el ingeniero agrónomo del siglo XXI deberá generar plantas con mayores rendimientos, que necesiten menos pesticidas y fertilizantes y puedan crecer en terrenos marginales para la agricultura actual y también plantas que produzcan alimentos funcionales o saludables», puntualiza.

Biología molecular

Desde el punto de vista medioambiental, duplicar la producción de alimentos con la tecnología y rendimientos actuales «implicaría destruir gran parte de los bosques y praderas del planeta. Además, aumentaría la contaminación del suelo y de las aguas subterráneas. «Claramente necesitamos una nueva tecnología que permita aumentar la producción de alimentos con el menor impacto ambiental y creemos que esta es la biotecnología molecular», destaca Serrano.

En su opinión, «mediante modificaciones genéticas dirigidas el ingeniero agrónomo del siglo XXI podría generar plantas con mayores rendimientos, que necesiten menos pesticidas y fertilizantes, que puedan crecer en terrenos marginales para la agricultura actual y también plantas que produzcan alimentos funcionales o saludables....» Esta tercera revolución verde ya ha empezado en América pero el rechazo europeo ha frenado su desarrollo a solamente cuatro cosechas (maiz, algodogón, soja y colza) y dos genes (para tolerancia a insectos y herbicidas) y los europeos solamente utilizan estas cosechas para alimentar animales aunque los americanos se alimenten sin problema de ellas.

«Mientras en Florida y Brasil cultivan cítricos transgénicos para combatir las plagas que ha arrasado sus cultivos en Europa existen grandes restricciones por la presión de los políticos y otros grupos», lamenta el investigador de la UPV. Los problemas tecnológicos que supondría ampliar esta revolución verde a más cosechas y genes debería solucionarse gracias a la gran cantidad de información que tenemos hoy en día sobre las funciones de los distintos genes. «Pero el problema de la mala percepción social de esta tecnología en Europa, aunque no en América, tiene difícil solución porque se basa en prejuicios ideológicos del ecologismo radical, lo que hace imposible una discusión racional», explica Serrano.

Apuesta ecológica

Mientras tanto, el productor de cultivos ecológicos y propietario de la empresa Terra i Xufa, Enric Navarro, «la defensa de los cultivos transgénicos se fundamenta, al igual que en la primera revolución verde, en la solución al problema del hambre en el mundo. Este manido argumento no se sostiene, de la misma manera que no se sostenía hace 50 años porque ya ha quedado más que demostrado que el problema del hambre en el mundo responde más a una cuestión de distribución de los alimentos y por tanto de la riqueza que a otra cosa», sostiene Navarro. En su opinión, esta tecnología perpetua la dependencia de los agricultores respecto de las trasnacionales de los fitosanitarios y las semillas, haciéndoles entrar en una espiral de la cual difícilmente salen beneficiados. «Más bien al contrario, los agricultores han visto mermada su capacidad de decisión y su profesionalidad al entrar en un sistema dependiente del consumo de gran cantidad de insumos donde toda la cadena, excepto el productor primario y el consumidor final, sale beneficiada», agrega.

En ese sentido, considera que la agroecología ofrece un modelo contrapuesto donde se persigue el mantenimiento de la agricultura familiar frente a la proletarización del campo. El mantenimiento de sistemas de producción de proximidad donde primen las relaciones directas entre productores y consumidores para que el valor añadido de los productos llegue a quien realmente los produce. «Sistemas que por esta relación de confianza garantizan la seguridad alimentaria y también la soberanía alimentaria de los pueblos, es decir, el derecho que tiene toda comunidad a alimentar a su población frente al aprovechamiento especulativo de los suelos y el resto de recursos naturales del modelo agroindustrial de producción. En definitiva „añade„ persigue un medio rural vivo, donde cuente la opinión de los agricultores para cuestiones tan vitales cómo qué se investiga y para qué o para quien se investiga y se innova.

Mientras la agricultura ecológica ha merecido repetidamente la atención de las administraciones europeas, de los diferentes estados miembros y comunidades autónomas, «en nuestro territorio es la primera vez que se pone el foco en un sistema de producción que no ha dejado de crecer en las últimas décadas con porcentajes de dos dígitos. La demanda del consumidor europeo ha tirado con fuerza de la producción española y ahora el reto es aumentar el consumo interno con todo un catálogo de acciones recogidas en el plan presentado esta semana», concluye Navarro.

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