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Previsiones sonrojantes

as pasadas elecciones autonómicas, municipales y generales certificaron la defunción de la demoscopia electoral. Decenas de encuestas a pocos meses de elecciones vaticinaron, desde la llegada de Ciudadanos a la Moncloa, al asalto a los cielos de Podemos. Otras, la supervivencia del bipartidismo y la vigorosa resistencia del PSOE. Al final, la realidad fue un «coitos interruptus» que no dejó satisfecho a nadie. Ni a los que encargaron los sondeos de opinión.

Las encuestas se han convertido en un instrumento para influir en la toma de decisiones de los partidos o en el nombre de los líderes. Desde la cocina de las empresas demoscópicas, con honrosas excepciones, se intenta condicionar y orientar el voto de los ciudadanos. Que se lo pregunten a Esquerra Unida del País Valencià, que fue apartada de la pugna electoral tras convertirla los encuestadores y el duopolio televisivo en una fuerza demoscópicamente irrelevante. La profecía autocumplida.

Como los sondeos de opinión electoral, las predicciones de los organismos internacionales también se han convertido en un buen elemento para condicionar políticas económicas y frenar o promover inversiones en países. La «Diana Esade», un informe que revela los desaciertos en las previsiones económicas, ha vuelto a sonrojar este año a todas las instituciones «independientes» que no previeron la buena marcha de la economía española. Como pasara con la crisis de 2008, nadie, ni de lejos, auguró que España superaría el 3 % de crecimiento.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) erraron hasta en un punto en sus previsiones sobre el crecimiento de España, que finalmente se ha incrementado en un 3,2 % respecto a 2014, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Más de un 30 % de error. Un margen muy superior al 3 % que dicen fallar las encuestas.

Pese a esta y otras equivocaciones, estos organismos internacionales y sus gurús continúan marcando a los países cómo deben enfocar sus políticas económicas y monetarias o cuánto tienen que recortar. Y eso que los últimos presidentes del FMI Rodrigo Rato, Dominique Strauss-Kahn y Christine Lagarde han acabado imputados por diferentes desmanes económicos y morales.

Estos organismos se han convertido en una biblia. De las evidencias empíricas, en la actual economía hemos pasado a la fe irracional en sus mantras. La OCDE y el FMI ya anuncian una caída del crecimiento europeo en 2016 si continúa la «inestabilidad política». Un intento de influir en los electores de estas democracias. Vistas sus anteriores predicciones. Por ese motivo, ni caso.

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