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Entrevista

Rafael Doménech: «Valencia habría crecido menos si hubiera cumplido el déficit»

El Jefe de Economías Desarrolladas de BBVA Research asegura que cada punto de ajuste adicional puede suponer al menos medio punto menos de crecimiento

Rafael Doménech

¿En qué encrucijada se encuentra la economía? ¿Vamos a una crisis?

Una crisis nunca puede descartarse. Siempre hay una probabilidad pequeña. Lo que se está produciendo es una revisión a la baja de las expectativas. En general, los mercados financieros estaban acostumbrados a crecer. Se pensaba que esa tasa de crecimiento después de la crisis iba a ser similar a la que teníamos antes, entre un 4 % y un 5 %, y los mercados han empezado a comprobar —y las empresas y los gobiernos— que ese crecimiento está siendo sistemáticamente inferior. Llevamos varios años en que el mundo crece pero está en el en torno del 3 %. Hay varias razones que lo explican. En primer lugar, China, que ya no crece a tasas de dos dígitos, sino a la mitad. Luego, las economías desarrolladas, que, después del proceso de endeudamiento que tuvieron antes y durante la crisis, se encuentran con ese lastre. También una fuerte caída de las materias primas, en unos casos por la propia desaceleración económica, en otros por la caída de las expectativas y en otros porque se ha producido una sobreinversión en determinados sectores que ha dado lugar a una sobreoferta, como el petróleo. Caen los precios y los ingresos de muchos países y esto afecta a las economías emergentes. Todo esto genera una tensión fuerte en los mercados, una corrección de los precios de muchos activos, incluidas las bolsas, y termina, en un entorno de tipos muy bajos, generando dudas sobre la rentabilidad de un sistema bancario en el que el volumen de la actividad crediticia disminuye al igual que los márgenes financieros. Con mucha heterogeneidad, porque hay que distinguir entre países, sectores y empresas. En el sistema bancario hay algunos nombres que se han visto sometidos a algunas incertidumbres muy importantes, pero esto no es extensible a todos.

¿Es la situación de la banca europea y el temor a una crisis financiera un peligro mayor que China?

No. Ahora mismo, para nosotros es más importante la posibilidad de un ajuste brusco en China, donde está confluyendo una serie de ajustes internos. Es una economía que basó durante muchos años su modelo de crecimiento en un fuerte incremento de la inversión que no era sostenible. Eso se debe reequilibrar. Más consumo y menos inversión, más servicios y menos manufacturas y, por tanto, menos dependencia de las exportaciones. Estos ajustes llevan tiempo y no son fáciles de hacer. Nos preocupan porque después de procesos de sobreinversión solemos tener sobrereacciones a la baja. La intensidad que pueda tener ese proceso de ajuste sobre el crecimiento económico en China nos preocupa más que los problemas de la banca europea. Hay algunos bancos que tienen problemas de solvencia, pero en general el sector no necesita ni más capital ni más liquidez, que fueron los problemas que tuvimos con la crisis financiera. Ahora, lo que tenemos, en general, es una banca solvente, con una liquidez muy alta después de una política superexpansiva por parte del Banco Central Europeo. No hay falta de liquidez. Lo que preocupa es la rentabilidad con bajos niveles de negocio y tipos de interés. Eso es un ataque a la línea de flotación de la banca tradicional, que consiste en tomar dinero a corto para prestar a largo. Es más difícil de hacer ahora esa banca.

Podemos pide una banca pública en torno a Bankia. ¿Sería útil?

Para saber si la intervención pública en la banca, como en cualquier otro sector, es útil o no hay que responder afirmativamente a tres preguntas. La primera de ellas es si existe un fallo de mercado que justifique la intervención. ¿Están haciendo los bancos algo mal que lo justifique?. La respuesta no es afirmativa.El sector privado no está dejando de atender la demanda de crédito solvente. No hay espacio para el sector público. Cuando ha intentado dar créditos que el sector privado no atendía porque no eran solventes se ha encontrado con que la morosidad de esas líneas de financiación públicas era tan elevada que ha tenido que cerrarlas. La segunda cuestión es si podemos diseñar desde el sector público una política eficiente. Como la pregunta previa no es afirmativa, no me paro a considerarla. La tercera es si es políticamente factible. ¿Está la sociedad de acuerdo en destinar recursos a esa solución? Aquí hay que explicitar el análisis coste-beneficio. Normalmente, no se hace. No se dice al contribuyente cuánto cuesta construir un hospital o una televisión pública.

El PIB valenciano creció en 2015, según BBVA Research, el 3,5 %, tres décimas más que la media nacional, y para 2016 y 2017 prevé un 2,7 %, justo en la media. ¿Ese comportamiento se debe a que la caída aquí fue mayor o hay algún factor específico?

Hay muchos factores específicos, aunque la caída fue mayor. La gente dice que, si has caído más vas a rebotar más, pero no siempre. Tenemos muchas experiencias de economías que caen mucho y no crecen más. Grecia es un caso. Debería crecer más que la economía española, y no es el caso. Lo que esto pone de manifiesto es que, habiendo destruido mucho empleo y habiendo caído más durante la crisis, la Comunitat Valenciana también ha tenido unos resortes internos y una capacidad de ajuste que otras comunidades no han tenido con la misma intensidad en España.

¿Y cuáles son esas peculiaridades?

Se ha visto beneficiada por que las empresas, en una época de crisis, han salido fuera. Las exportaciones han sido uno de los motores. Había ya una parte de camino hecha,pero hemos sido capaces de aumentarla. Por ejemplo, las del automóvil ya estaban antes de la crisis, pero han conseguido crecer mucho más que las de otros países. Se ha ganado cuota de mercado a nivel mundial. El turismo, también. Es otra forma de competir. Pero no es algo que caiga gratis. Uno no exporta más automóviles o recibe más turistas porque sí. Se produce porque las empresas se ajustan, hacen sus deberes y consiguen competir fuera y vender productos con más atractivos porque tienen mayor valor añadido y menor coste.

¿Se puede concluir entonces que las empresas valencianas se han sabido adaptar mejor al entorno?

Las que han sobrevivido tras la crisis son motor de crecimiento, porque no olvidemos que muchas no han sabido ajustarse y han desaparecido. Luego tenemos otros factores. La Comunitat Valenciana, por la vía de las ventas internas entre comunidades, se beneficia de que otras autonomías estén creciendo. Otra de las razones es que, a pesar del fuerte endeudamiento del sector público, la Comunidad Valenciana ha hecho un ajuste importante. Para el nivel de déficit público de la administración regional y el nivel de deuda de que partía no ha sido un ajuste proporcionalmente mucho más intenso. Ha sido tan intenso como el de otras autonomías, incluso más que la media, pero no hasta el punto de que eso se convirtiera en un lastre adicional.

¿Ha sido beneficioso que la reducción paulatina del déficit que se ha producido no se hiciera de forma acelerada?

Sí, no tan traumática o tan intensa. Entre los vientos de cola que nos han venido de fuera, los ajustes en la capacidad productiva y algunos frenos que se han suavizado, como el del ajuste fiscal... El crecimiento hubiera sido menor si en lugar de de tener un déficit como estimamos para 2015, que habrá superado el 2 %, se hubiera cumplido con el objetivo de estabilidad presupuestaria. Hubiera tenido un impacto sobre el crecimiento.

¿De cuánto

Cada punto de ajuste adicional del déficit, bien por la vía del mayor gasto o por la vía del mayor ingreso, puede suponer al menos medio punto menos de crecimiento.

¿Eso es una comprobación empírica de que las políticas de austeridad extremas provocan menos crecimiento?

No. Nadie niega que las políticas de ajuste tienen un coste de crecimiento. El ejercicio que tenemos que hacer no es ese. La cuestión es: ¿en ausencia de cualquier ajuste fiscal en qué situación se encontraría la economía valenciana?. Que el ajuste tenga costes no significa que no tengamos que hacerlo. La conclusión a la que habitualmente se llega es que las políticas de ajuste son malas. No, son necesarias, lo que tenemos que elegir es con qué intensidad y de qué manera gradual en el tiempo las hacemos. Si no hacemos ninguna, los efectos sobre la economía y el empleo terminan siendo más nocivos.

Sí que abona la tesis al menos de prolongar más en el tiempo el ajuste.

No más de lo que lo hemos hecho.

Pero, en el caso valenciano, ¿si no se hubiera incumplido el déficit, el crecimiento ahora sería menor?

Si no hubiéramos hecho ningún ajuste, la situación habría sido mucho peor. ¿Qué hubiera pasado si España, cuando alcanza un déficit del 11,2 % del PIB, dice que no va a hacer ningún ajuste? Cuando teníamos un 11,2 % y los ingresos representaban el 35 % del PIB, eso significaba que, por cada tres euros de ingresos, nos gastábamos cuatro. Es decir, un 25 % del gasto público lo financiábamos con déficit. Eso lo puedes hacer mientras alguien te quiere comprar la deuda que emites. Si dices que vas a seguir gastando sin corregir ese déficit del 25 % de tu gasto, lo que significa es que en algún momento la gente te deja de prestar. Un ajuste del 1 % da lugar a un efecto sobre el PIB de medio punto. Extrapólalo, cuando tienes que hacer un ajuste de 25 puntos en tu gasto público porque nadie te quiere financiar. Eso significa que tienes que reducir tus salarios y tus pensiones un 25 %. El efecto que eso hubiera tenido habría sido una caída de al menos doce puntos en el PIB. Gracias a las políticas de ajuste nos hemos ahorrado eso, pero eso no significa que nos ahorremos el coste de hacerlo lentamente. Hay que seguir. En lugar de hacerlo de manera brusca, lo hemos hecho de forma gradual. Llevamos seis años de ajuste. Eso ha permitido que el gasto sea ahora igual que el de 2007. Lo que tiene que hacer la Comunitat Valenciana, además de resolver los problemas de su sistema de financiación, es aprovechar la buena marcha de la actividad económica para ir equilibrando sus cuentas.

¿Por qué ese crecimiento no se ve entorpecido por la infrafinanciación autonómica?

Tiene un efecto, pero hay que distinguir que no toda la actuación del sector público aparece reflejada a través de las cuentas públicas. El Estado invierte también por otras vías. Cuando se construye el AVE, se hace con políticas que van al margen del sistema de financiación, lo mismo que cuando se pagan las pensiones, que han crecido a lo largo de la crisis en términos reales y contribuyen a la sostenibilidad de la renta disponible de las familias. La financiación autonómica no es todo y en todo caso es un lastre relativo. Que tengamos un problema de financiación no significa que los ingresos no crezcan igual que en el resto de las autonomías. La brecha se sigue manteniendo, pero no se amplía en el tiempo. Tenemos que tratar de cerrarla, pero eso no es un lastre para el crecimiento.

Las exportaciones valencianas han vuelto a ocupar el segundo lugar del escalafón nacional en volumen. ¿A qué se debe? ¿Una mejora de la competitividad por la vía de los precios o se han sentado las bases para el largo plazo?

Tenemos que mirarlo a nivel micro, de empresas. Tenemos evidencia de las dos cosas. Se han ajustado costes y en este sentido todos los cambios en la regulación laboral que se ha producido en los últimos años han beneficiado claramente a que las empresas exportadoras ganaran competitividad fuera. Esto es muy importante. Tenemos que acostumbrarnos a que cuando hablemos de los cambios que necesita nuestro mercado de trabajo no pensemos que la Comunitat Valenciana es algo aislado del resto del mundo, En el resto del mundo las relaciones laborales están cambiando y no podemos quedarnos ajenos a esos cambios. Los cambios en las regulaciones laborales, y la reforma de 2012 es una pieza más, han contribuido a dinamizar el mercado de trabajo. Primero a evitar que los efectos de la crisis en términos de destrucción de empleo fueran mayores. Luego ha permitido que durante la recuperación las empresas, sobre todo las exportadoras, contaran con esta herramienta adicional para ganar competitividad. Pero no solo se ha hecho mediante la reducción de costes, sino también mediante ganancias de productividad. Las exportadoras, uno de los efectos más importantes que generan sobre el resto de la economía, es que lideran los crecimientos de productividad y terminan siendo una mancha de aceite que se extiende al resto. Tenemos casos en que las empresas han hecho los dos deberes al mismo tiempo: aumentar la productividad, tener mejores productos de mayor valor añadido, y reducir costes. Con una tasa de paro cercana al 21 % no podemos rechazar ninguna de las vias para aumentar competitividad. Desde BBVA Research siempre hemos defendido en este debate que lo importante es hablar de flexibilidad salarial, que los salarios aumenten en función de la productividad y de las características de cada empresa. Las que lo hagan mejor podrán pagar salarios más elevados, pero es importante que aquellas que no pueden hacer eso, al menos puedan tener flexibilidad salarial suficiente para no destruir el empleo.

La reforma laboral ha comportado un incremento sustancial de trabajadores pobres Eso no parece sostenible.

La reforma laboral era necesaria, pero no suficiente. Hacían falta medidas adicionales que el próximo Gobierno debería llevar a cabo. Lo más importante que falta es incentivar la contratación indefinida, porque tenemos una tasa de temporalidad muy alta. Si consiguiéramos reducirla a niveles residuales, como la gente será más productiva, los salarios aumentarán un 15 %. Cuando se produce una crisis como esta desaparecen muchas ocupaciones que estaban asociadas a la burbuja, que dio lugar a situaciones que no eran sostenibles, con precios de determinados productos, como la vivienda, que propiciaban que se pagaran salarios que no eran acordes con el nivel de capital humano y educación. Había un desajuste muy grande entre el nivel educativo de algunos trabajadores y los salarios de algunas ocupaciones. Cuando eso desaparece y vamos a un modelo de crecimiento más equilibrado, con un ajuste más claro entre nivel educativo y salario, lamentablemente hay dos formas de evitar el desempleo: o aumenta el nivel educativo y con ello la productividad y los salarios o, si no, se produce una rebaja salarial para que esas personas puedan entrar en el mercado laboral. Esto es lamentablemente lo que se ha producido. Por eso no solo hay que cambiar la regulación laboral, sino también favorecer que estas personas que están en una situación más adversa en términos de cualificación, que abandonaron sus estudios a edad más temprana, puedan reciclarse para que su formación aumente y con ello su productividad y sus salarios. La crisis ha supuesto un baño de realidad. Había gente que estaba cobrando tres veces más de lo que cobraría en otros países con ese nivel de educación.

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