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Opinión | Tribuna

Ser c... de mal asiento aumenta la empleabilidad

¿Cuál es tu pasión? ¿Qué quieres ser de mayor? Ante esta pregunta, estudiantes de todas las edades se quedan en blanco

¿Cuál es tu pasión? ¿Qué quieres ser de mayor? Ante esta pregunta, estudiantes de todas las edades se quedan en blanco. Algunos, se atreven a señalar «lo que seguro no quiero ser». Y es que a priori podríamos decir que resulta más fácil identificar aquello que no nos gusta que discriminar aquello que nos apasiona por encima de todo. Lo cierto es que en mayor o menor medida nuestra respuesta está condicionada por multitud de factores: externos como puedan ser presiones familiares, sociales, estereotipos sobre lo que creemos que deberíamos ser («con la capacidad que tiene, debería estudiar Telecomunicaciones, como su madre»); pero también internos, relacionados con el conocimiento de uno mismo, la autoconfianza, y la tolerancia a la incertidumbre.

Una buena fórmula para dar con aquello que realmente nos motiva es probar muchas cosas. Este aprendizaje lo compartía esta semana uno de nuestros alumnos durante la presentación de su proyecto emprendedor cuando relataba su 'peregrinaje' por diferentes proyectos en los últimos años, hasta dar con aquel con el que se sentía realmente motivado.

Sus reflexiones me llevaban a pensar que, hasta hace bien poco, si nos hubieran preguntado qué entendíamos por un alumno sobresaliente, en nuestra respuesta no habrían faltado afirmaciones como: «ha ido a curso por año», «ha sacado muy buenas notas», «siempre ha hecho deporte (uno, el mismo, desde pequeño) y ha progresado en él'» pero tal vez no habría incluido frases como «empezó Filología pero luego cambió a ADE», «de pequeño, cada año cambiaba de actividad extraescolar», «lo que más le gustaba era pasarse horas en el huerto de su abuelo», o «al acabar Bachiller cogió la mochila y se fue unos meses de viaje, trabajando puntualmente para sufragar sus gastos, colaborando con algún proyecto social».

De pronto, una entrevista al vicepresidente de recursos humanos de Google da la vuelta al mundo y se convierte en #trendtopic en cuestión de minutos: el gigante tecnológico afirmando que el expediente académico no sirve como criterio de contratación; la habilidad, capacidad y compromiso de una persona con su trabajo tiene muy poco que ver con las buenas notas que sacó en la Universidad, y mucho con la inquietud permanente del candidato por aprender, de una manera menos lineal, por nutrirse de diferentes experiencias, por «averiguar cosas para las que no hay una respuesta obvia».

Los tiempos han cambiado. Y las organizaciones necesitan personas que sepan trabajar en equipo, se sientan cómodas en entornos de incertidumbre, sean flexibles y tengan una curiosidad permanente por aprender cosas nuevas. Y ponen en valor esos perfiles «menos lineales» y más inquietos.

Como padres, como educadores, podemos fomentar esas capacidades en nuestros hijos, en nuestros alumnos. Potenciar la curiosidad por lo desconocido, la iniciativa, animarles a probar mil cosas diferentes, valorar la generación de ideas o soluciones creativas, enseñarles a compartir y a colaborar, animarles a viajar, a no temer al fracaso, les hará crecer como personas, y además, mejorará su empleabilidad.

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