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Madrid quiere más; paga el Mediterráneo

l «brexit» y la posible fuga de empresas e instituciones europeas de Gran Bretaña ha vuelto a poner en marcha la maquinaria recentralizadora de España. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y el actual Gobierno de Mariano Rajoy han anunciado que colaboran en un plan estratégico para conseguir que Madrid opte a acoger los despojos económicos de la salida del Reino Unido de la UE. Multinacionales instaladas en la city de Londres, instituciones europeas que deberán abandonar las islas y hasta grandes patrimonios y fondos de inversión que buscan estabilidad y pagar pocos impuestos.

¿Cómo pretenden hacerlo? Pues profundizando en la consecución de Madrid como un paraíso fiscal dentro de España. Hasta Manuela Carmena, «alcaldesa del cambio», ha entrado en este juego y ha dicho que arrimará el hombro para reducir las cargas fiscales al dinero que quiera cruzar la M-30. A Cifuentes no le ha temblado la voz para decir públicamente que rebajará el IRPF y todos aquellos tributos transferidos que tiene.

Esta renuncia a los ingresos propios es posible porque la región creada alrededor de la Villa y Corte no tiene ni ha tenido problemas de tesorería gracias al sistema de financiación autonómico, pero también por una política de infraestructuras radial y una centralización de las instituciones y las grandes empresas. Grandes patrimonios, la mayoría de firmas del Íbex e instituciones cotizan y pagan en la capital, algo propio de los estados más jacobinos del mundo. Esta cruzada fiscal la celebra el Gobierno, que quiere para España, mejor dicho, para Madrid, la Autoridad Bancaria Europea que ahora está en Londres y por la que ya pugnan Frankfurt y Milán, que no Berlín o Roma. Hay otros modelos.

Esta carrera salvaje por atraer para Madrid más capital perjudica directamente a las demás autonomías, sobre todo a Catalunya y la Comunitat Valenciana, que ya ven cómo sus grandes patrimonios se marchan hacia la capital de España. También las sedes de sus empresas y multinacionales. Una verdadera competencia desleal, máxime cuando el sistema de financiación penaliza a las autonomías del arco mediterráneo.

El AVE Madrid-Valencia, de incuestionable rentabilidad (es de los pocos), se vendió como un tractor para que el flujo del turismo creciera del centro a la periferia. Pero ya lo advirtió la London School of Economics en un sesudo informe sobre su impacto en la descapitalización de los polos menos potentes. En nuestro caso ha favorecido la salida de grandes empresas de la urbe más pequeña a la mayor. Una cuestión de tiempo. Continúa la sangría económica.

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