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Adolfo Utor, el empresario forjado en el Mediterráneo clásico

Adolfo Utor, el empresario forjado en el Mediterráneo clásico

Adolfo Utor (Alhucemas, 1961) está leyendo La Odisea de Homero. El verano pasado se atrevió con La Ilíada. Poesía oral griega con casi tres mil años de antigüedad. Es sólo una muestra, pero certifica que el presidente de Baleària es un empresario poco común, muy diferente de la imagen que la mayoría de la ciudadanía tiene de este colectivo social. Y lo sabe. De sus conversaciones se pueden extraer citas de Adela Cortina, Immanuel Kant o Jürgen Habermas. El «ser honesto es rentable», que ha acuñado la filósofa y maestra de emprendedores valenciana, se ha convertido en un mantra para este dianense y un grupo de nuevos empresarios que giran en la órbita de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE), la Fundación Étnor y la escuela de empresarios EDEM.

Pero en Utor fue antes el huevo que la gallina. El mar y por nacimiento el mar Mediterráneo, «la cuna de la civilización tal y como la conocemos hoy en día» „según lo define el empresario„, han forjado a este naviero física e intelectualmente. La cultura clásica grecorromana, pero también la fenicia „«muy valenciana»„, son la clave de su manera de entender el mundo. «Me apasiona el Mediterráneo clásico, muy vinculado a mi trabajo, el transporte marítimo, que es una actividad milenaria. Sin el transporte marítimo no hubiera existido ni Grecia ni Roma ni el Mediterráneo hubiera sido la cuna de la civilización», asegura.

Ese Mediterráneo que ha unido pueblos durante miles de años y que, sólo en el actual y para Utor «inquietante mundo posmoderno», se ha convertido en un muro de muerte y desesperación para miles de refugiados políticos y económicos. Y en la recuperación de esos lazos perdidos entre oriente y occidente también ha querido poner su granito de arena. Desde hace unos meses su empresa Baleària realiza el trayecto entre Valencia y Argelia para facilitar la «operación paso del estrecho», en la que miles de ciudadanos del Magreb regresan a su tierra para las vacaciones tras muchos meses de duro trabajo en Europa. Evidentemente que hay una estrategia comercial detrás de la apertura de esa línea, pero también tiene un simbolismo casi poético, como las obras atribuidas a Homero. El mar como autopista de unión e intercambio, no como abismo, como lo entienden ahora los burócratas de Bruselas y Madrid.

Utor es un firme defensor e impulsor de la Responsabilidad Social Corporativa, esa disciplina que muchos ven como un lavado de cara del capitalismo salvaje, pero que para el presidente de Baleària significa devolver a la sociedad lo que ésta te ha dado. Y es ahí donde entra en acción su visión humanística de las cosas, que volvió a evidenciar el pasado jueves en Valencia, en una charla organizada por la Asociación Española de Directivos-AED. Para Utor, la historia, la lengua o la filosofía son asignaturas que deben estar en la formación del empresario. Por eso mira con asombro cómo el actual Gobierno en funciones se ha liquidado la disciplina más antigua del currículum de los niños españoles.

«Creo que cargarse la Filosofía de la educación es un error consecuencia de una cierta ignorancia», asesta el empresario. No sólo de la macroeconomía vive el hombre. «La Filosofía explica dos cosas fundamentales: por qué estamos en el mundo y por qué hacemos lo que hacemos. Y el hombre se tiene que hacer siempre esa pregunta», reflexiona.

Y ahí es donde mete la cuña, casi sin solución de continuidad, para explicar su modelo de empresa. «De empresa moderna», puntualiza. «Si sólo persigues los resultados económicos y materiales, cuando lo has conseguido ya has cumplido. Pero cuando quieres tener objetivos más elevados necesitas una justificación desde el punto de vista moral. Los valores se fundamentan en la filosofía, la filosofía política», argumenta Utor.

«Me identifico con el modelo de empresa que no solo sirve al capital, sino a todos los grupos de interés que están alrededor del proyecto empresarial, como los clientes, los socios, la sociedad», afirma. El empresario incluye con buen conocimiento de causa por la actividad que realiza la preservación del medio ambiente. Pero puntualiza, «no como una herencia sino como un préstamo que le damos a nuestros hijos».

Y vuelve a citar a Adela Cortina. «La honestidad es rentable. Uno no es honesto porque sea rentable, sino que si es honesto y además es rentable mejor que mejor», explica. El huevo antes que la gallina.

Pero claro, Utor es ahora propietario de una naviera que gana treinta millones al año y que factura más de 290 millones uniendo destinos en el Mediterráneo y el Caribe. Pero, ¿es posible ser honesto o aplicar estos principios cuasi franciscanos cuando al empresario o la empresa le van las mal cosas?

«La responsabilidad social está antes que los resultados. Porque da valor a la empresa. Cuando tienes dificultades puedes tener la tentación de recortar en mantenimiento», contesta Utor en referencia a su actividad. Y añade: «Cuando empiezas a recortar en mantenimiento estás empezando a escribir tu partida de defunción. Es un conflicto que se puede dar. Pero hay que tener claro que la responsabilidad social no es la consecuencia de tener buenos resultados, sino la causa».

Esa filantropía que transciende de su empresa también la aplica a la responsabilidad para con la sociedad. El empresariado valenciano se ha convertido en un puntal fundamental en el que las instituciones se han apoyado para reivindicar unos recursos y una infraestructuras justos. «Si reivindicamos una empresa ciudadana tenemos obligaciones y deberes con el territorio donde vives. Uno no puede mantenerse al margen del déficit financiero y de inversiones que sufrimos los valencianos. Como parte que somos de la sociedad civil debemos participar en la consecución de un orden justo. Es lógico que levantemos la voz y nos pongamos del lado de los ciudadanos y de los responsables públicos», argumenta el presidente de Baleària, quien tiene claro su apego al «territorio».

Esa proyección pública ha hecho de Utor un empresario al que el actual poder político ve con simpatía. Incluso hay quien lo postula para salvar a la patronal alicantina, atenazada por las deudas. Pero no solo en la capital de la provincia, para quienes pretenden una Cierval autonómica fuerte, la presencia de Utor en el sur favorecería el fin de la «provincialización», una organización territorial que poco tiene que ver con la idiosincrasia de las comarcas valencianas.

Pese al volumen de negocio que genera su empresa, continúa manteniendo la sede social de su firma en Dénia. Y su domicilio personal, pese a disponer de piso en la capital de España: «A mí como persona física me vendría mejor estar empadronado en Madrid, pero estoy aquí», puntualiza, en referencia a las ventajas fiscales que ofrece la comunidad madrileña y que muchas fortunas utilizan para pagar menos impuestos. «Ojalá pagara más impuestos, porque significa que ganaría más. Es proporcional», reflexiona el empresario.

Baleària tiene cuatro barcos que trabajan en el puerto de Barcelona, por lo que los vaivenes políticos entre ambas comunidades lo tienen en alerta. Por suerte, la relación entre ambos territorios vive un momento dulce con el nuevo gobierno de la Generalitat y los más de 11.000 millones de relaciones comerciales. «Se me ponen los pelos de punta cuando escucho hablar de anticatalanismo. Es algo irracional», avisa.

«Yo soy más amigo de la racionalidad. He vivido en primera persona el búnker barraqueta y la batalla de Valencia y eso es irracionalidad. Hay que promover la racionalidad, el sentido común. Los sentimientos son muy válidos pero no son racionales», apunta. Para Utor, los argumentos evidencian que la segunda y la tercera ciudad de España no pueden estar conectadas por un tren que tarda cuatro horas. «Cataluña es nuestra salida a Europa. Hay que olvidar diferencias y apelar a argumentos económicos, sociales, culturales, que son empíricos, científicos», sentencia.

Esa cultura y sabiduría es la que debe guiar al empresario hacia su particular Ítaca.

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