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La cadena que ahoga a los agricultores

Las organizaciones agrarias valencianas afirman que los precios de los diferentes cultivos son establecidos por la gran distribución, aunque esta se defiende alegando que no tiene suficiente capacidad para hacerlo

Campo de cítricos valenciano. Vicent M. Pastor

El cultivo de la almendra en la Comunitat Valenciana ha vivido una gran bajada de precios esta campaña. Tras beneficiarse el pasado año de la sequía que asoló las tierras de California—principal rival de España a la hora de comercializar este producto— los importes pagados por la venta de este fruto seco han disminuido, según datos proporcionados por la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja), un 40 % (de 8,2 a 5,6 €/kg) en el caso de la variedad marcona y un 20 % (de 5,4 a 4,2 €/kg) en el de la comuna. Sin embargo,estos precios no han sido estables durante toda la campaña.

El mercado de la almendra ha vivido en una constante fluctuación que ha provocado que los agricultores no conocieran con seguridad qué importe sacarían con la venta de sus producciones. Ante esta inexactitud en los valores, dos cuestiones han surgido por encima de todo: ¿a qué se deben estos movimientos? ¿quién marca en realidad los precios en el sector agrario?

Según explica un portavoz de AVA, la cadena de precios «se marca de arriba a abajo, por lo que es la gran distribución la que tiene más poder para colocarlos». Esto hace, a su vez, que el último escalón, el productor, «se convierta en el eslabón más débil», lo que le hace estar «totalmente supeditado al mercado». En esta misma línea se manifiesta Joanma Mesado, secretario técnico de La Unió de Llauradors, quién también resalta que es al agricultor al que «más se le aprieta» por ser «el que más abajo se encuentra, siendo la gran distribución la que marca realmente los precios».

No obstante, desde la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (ANGED), se asegura que ellos no tienen la capacidad suficiente para influir en la fijación definitiva de estos precios, ya que la mitad de la producción agraria se realiza a través del pequeño comercio tradicional.

El peligro de las promociones

A esta fragilidad del agricultor cuando se negocia el precio de venta se une otro factor: las promociones. Como recalca el secretario de la organización valenciana, si estas grandes superficies realizan campañas en las que se regalan estos cultivos, la reacción que se provoca es «que los precios bajen todavía más», por lo que el pago que finalmente le llega al agricultor acaba siendo «una miseria».

Por otra parte, el tiempo de vida que un producto agrícola pueda estar en el mercado también afecta directamente a cuál será su precio final. «Los agricultores no pueden especular e intentar vender más caros sus productos porque si no se les pueden estropear», destaca Mesado.

Además, según explica un responsable de AVA, este escaso poder de decisión hace que los productores de cultivos perecederos como los cítricos o la vid, con una vida más corta, tengan que aceptar, sin casi margen de maniobras, los precios que desde la distribución se le pide. En el caso de los no perecederos, entre los que se encuentran otros productos de temporada como la propia almendra o el arroz —el cual ha mantenido su precio respecto al pasado año—, al poseer este una vida más larga en el mercado, el agricultor sí que puede especular más en busca de beneficio.

Los cítricos, una negociación complicada

El mercado de los cítricos es uno de los que más sufre esta estructura piramidal. Para Inmaculada Sanfeliu, directora del Comité de Gestión de Cítricos, este perjuicio se debe «a que no es un proceso que dependa tanto de la oferta y la demanda, sino que se configura desde el punto de venta al productor». Asimismo, la exportación de más del 60 % de estos cultivos a otros mercados fuera del país hace más complicado este proceso. «En España, el canal tradicional de venta se basa en las fruterías», pero en Europa esto no sucede, ya que «la mayor comercialización se produce a través de los supermercados e hipermercados», enfatiza la dirigente.

Por otro lado, la estructura minifundista valenciana, con unos altos costes, «tiene que hacer frente a producciones más baratas procedentes del resto de las potencias citrícolas mediterráneas como Egipto, Turquía y Marruecos», las cuales tienen «un papel cada vez mayor a la hora de empujar los precios a la baja», acentúa Sanfeliu.

Por todo ello, la necesidad de que se asegure un precio justo para cada uno de los escalones de la cadena es cada día más imprescindible. Desde AVA se afirma que sin las ayudas de la UE, «cultivos como el arroz no serían rentables», mientra que La Unió, por su parte, insiste en que es «necesario» un pacto que consiga «precios remuneradores» para los agricultores. La búsqueda de unos precios que permitan al productor vivir en lugar de intentar sobrevivir.

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