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La cara B de los planes privados de pensiones

El debate sobre la sostenibilidad de las pensiones públicas pone siempre sobre el tablero la necesidad de planes privados. Los expertos valoran positivamente el ahorro, pero también destacan las amenazas que hay detrás de estos instrumentos.

La cara B de los planes privados de pensiones

Desde hace años (muchos, incluso) expertos de toda condición (sobre todo, los escorados hacia posiciones más liberales) avisan de la futura insostenibilidad de las pensiones públicas y abogan por los planes privados. En realidad, hay coincidencia general en que ahorrar para la vejez es una medida como poco prudente. Sin embargo, no todo el mundo se encuentra en disposición de hacerlo. La crisis y la precarización del mercado laboral que ha provocado en forma de bajos salarios y mucha más temporalidad solo permiten a tantos ciudadanos sobrevivir en el presente. El futuro es una quimera. Pese a todo, cerca de ocho millones de españoles son partícipes de un plan de pensiones. ¿Es esa la mejor decisión relacionada con sus ahorros? En definitiva, ¿cuál es la cara b de estos instrumentos de inversión? La baja rentabilidad que ofrecen en estos tiempos de tipos de interés por los suelos, las altas comisiones que cobran los gestores, las trabas para rescatarlos y la tributación en diferido son algunos de los inconvenientes de estos fondos.

No obstante, el responsable de UGT en Bankia Comunitat Valenciana, Óscar Bayona, apunta que el principal problema de estos productos son los activos en los que invierten sus gestores, que en estos momentos están condicionados por los tipos al 0 %. Está previsto que a finales de este año el Banco Central Europeo (BCE) inicie el repliegue de su política de expansión monetaria y, por consiguiente, la subida del precio del dinero. Y esa medida tendrá consecuencias para los planes de pensiones. Según Bayona, tanto los más conservadores [que invierten en renta fija] como los que asumen riesgos para lograr mayores rentabilidades a través de la renta variable, devengarán para sus titulares menores dividendos. En el caso de la bolsa, augura que los mercados, ahora en máximos excepto el español, registrarán descensos porque la medida hará que consumidores y empresas se resientan. El director de estudios de la Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva y Fondos de Pensiones (Inverco), José Luis Manrique, precisa que esos ajustes de valoración sí se darán en la renta fija y eso perjudicará a los planes más conservadores.

En estos momentos, según datos de Inverco correspondientes al tercer trimestre de 2017, la rentabilidad media de estos planes es del 3,9 % contando gastos y comisiones. Los fondos de renta fija a largo plazo tienen una rentabilidad negativa del 1,07 %, mientras que los variables la tienen positiva en un 15,74 %. En este segundo caso, el dinero que percibe el suscriptor es considerable, pero Bayona recuerda que en un escenario de descensos bursátiles como el que podría avecinarse con la subida de tipos las pérdidas pueden ser considerables: si la bolsa cae un 15 % dos años seguidos, el capital se reduce en un 30 %.

Por tanto, uno de los temas principales de la cara b de este disco es la rentabilidad, que, como apunta el profesor de Economía Financiera de la Universitat de València y miembro del comité de expertos nombrado por el Consejo de Ministros para analizar la sostenibilidad de las pensiones, Enrique Devesa, puede llegar a ser inferior a la inflación e incluso a verse absorbida por las comisiones bancarias, uno de los grandes nichos de negocio del sector. Otro de esos temas estrella es la fiscalidad y es que estos planes deducen en la declaración de la renta, pero en realidad «se trata de un diferimiento, dado que se paga luego, cuando se rescata o se empieza a cobrar».

La nueva legislación permite al titular de estos planes no tributar por el 40 % de lo ahorrado hasta el 31 de diciembre de 2006 cuando realiza el rescate de su dinero. Sin embargo, debe pagar a Hacienda un 20 % por el 60 % restante. Si tenía ahorrados 100.000 euros, 40.000 quedan exentos, pero, de los otros 60.000, 12.000 debe abonarlos al fisco. Es decir, que la cifra inicial queda reducida a 88.000 euros. Pese a todo, muchos partícipes de estos planes los capitalizan al llegar a la jubilación, aunque no es obligatorio, ante la eventualidad de que cambie la norma y el Gobierno suprima la citada exención del 40 %.

Así que al posible bocado del mercado hay que añadirle el seguro de Hacienda. Y las comisiones, que, como apunta Enrique Devesa, son muy altas en los planes individuales, dado que en los de empresa (sistema de empleo) se cobra aproximadamente la tercera parte. Además, tal como asegura Bayona, estos instrumentos tienen el problema de que no se pueden rescatar antes de la jubilación excepto en los casos de paro o enfermedad. Este experto añade otro inconveniente y es que se trata de productos de gestión pasiva: «El gestor invierte a largo plazo. Cuando el mercado cambia, la capacidad de reacción, a diferencia de los fondos de inversión, es menor y puede haber pérdidas».

Una cuestión a tener en cuenta es que, en el fondo, no hay grandes diferencias entre la inversión del sistema público y el privado, porque sus gestores destinan el dinero a los mismos productos. La mayor diferencia es el volumen y que el público, que invierte más en deuda del Estado, garantiza la prestación y su importe, mientras que el privado está al albur de los mercados.

Todos los consultados ven necesario que la ciudadanía entre en dinámicas de ahorro, si bien con sus particularidades y precisiones. Desde Inverco, José Luis Manrique se muestra partidario de aplicar el sistema británico, por el que todas las empresas están obligadas a tener un plan de pensiones para sus trabajadores. Cada mercantil hace una aportación, el empleado, otra y, finalmente, el Estado pone otra parte. Esa sería la fórmula «óptima». Desde luego, Manrique rechaza modelos como el de Estados Unidos o Chile, donde el sistema es mayoritariamente privado «y te puedes encontrar con sorpresas como que no te dé suficiente para vivir y te veas en la necesidad de posponer la jubilación porque tu plan no ha funcionado». Bayona añade que «te puedes quedar sin pensión», además de la disparidad de rentas entre las «clases pudientes, que tienen pensiones muy altas, y las clases menos favorecidas, que llegan a extremos de pobreza».

Por tanto, hay que alejarse del far west, pero Manrique asegura que la tasa de reemplazo española -la parte del salario que se mantiene durante la jubilación- es insostenible, dado que alcanza el 80 %. Devesa opina que «lo normal es que la tasa de reemplazo baje porque se pagan pensiones muy altas en relación a lo que se cotiza», así que, «si la capacidad de ingresos no cambia, habrá más cotizantes con menos ingresos y las pensiones serán menores». Hay que buscar la complementariedad del sistema privado, porque «lo que te encuentres siempre será bueno pese a que sea poco para apoyar la pensión», según Francisco Rodríguez, abogado de la Unión de Consumidores de la Comunitat Valenciana (UCCV) quien, no obstante, advierte de que no es una fórmula conveniente para todo el mundo, sobre todo en función de la edad, su capacidad de ingresos y sus deudas. Por ejemplo, si la persona en cuestión está en una situación muy justa de ahorro debe pensárselo dos veces, porque «si le surge un imprevisto, como no puede sacar el dinero del plan, se puede ver obligado a pedir un crédito y que pierda ahí toda la rentabilidad».

Amortizar

Rodríguez añade que también hay que valorar si es más conveniente destinar el dinero disponible a un plan de pensiones o a amortizar hipoteca. En su opinión, en función del interés que cobre el banco, siempre «es más interesante reducir deuda con la entidad financiera». Por su parte, José Luis Manrique considera que el factor edad es muy relevante a la hora de plantearse planes, porque «un joven no se va a poner a ahorrar y, en consecuencia, a dejar de comprarse un coche o un piso». Aunque Enrique Devesa es de los que cree que, cuanto antes se hagan aportaciones a planes privados será mejor, también advierte de la conveniencia de diversificar o, como dice Bayona, de «no poner todos los huevos en la misma cesta». No sea que el plan de pensiones acabe por dar un susto al inversor cuando no hay tiempo para rectificar.

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