Un taxista madrileño enfadado con el mundo (Dani Rovira), un argentino embaucador recién salido de la cárcel (Joaquín Furriel), un viaje delirante y la búsqueda de un tesoro son los ingredientes de Taxi a Gibraltar, el segundo filme de Alejo Flah, que se rueda estos días entre Madrid, Canarias y Gibraltar.

La azotea de las emblemáticas Torres Blancas de Madrid acoge una de las escenas clave cuando ya han transcurrido cuatro de las siete semanas previstas de filmación de esta coproducción hispanoargentina respaldada por Atresmedia Cine.

Flah, que ha sido guionista de Juan José Campanella y debutó como director de largometrajes con la comedia romántica Sexo fácil, películas tristes (2015), define su nuevo trabajo, coescrito junto a Fernando Navarro (Anacleto, servicio secreto, Verónica), como una comedia de acción sobre la amistad inesperada entre unos perdedores. «La comedia no consiste en ser gracioso sino en parecer desesperado», dice el argentino citando al cómico de cine mudo Mack Sennett. «Me interesa esa clase de comedia, del tipo que lo intenta todo y no lo logra; los desesperados y perdedores están dispuestos a arriesgar a más y eso es más interesante cinematográficamente».

El triángulo de perdedores de Taxi a Gibraltar se completa con la actriz Ingrid García-Jonsson como Sandra, una chica andaluza de pueblo que en la huida de su propia despedida de soltera y de su vida predeterminada decide embarcarse en la aventura.

Una búsqueda que surge de la leyenda urbana de que los británicos ocultaron oro en los túneles secretos del peñón de Gibraltar, construidos durante la Segunda Guerra Mundial por los aliados para planificar la campaña del Norte de África. «La idea de Gibraltar surgió como un lugar especial, casi loco y mágico y lleno de mono», señala Flah. «Luego supimos que el peñón tiene por dentro como 50 kilómetros de túneles y esa leyenda urbana de que podría haber oro allí».

Dani Rovira, experto en papeles cómicos, asume aquí un rol más comedido de lo habitual. «Mi personaje es para adentro, está siempre enfadado, no tiene comedia per se, sino que la comedia surge de las situaciones», explica el protagonista de Ocho apellidos vascos.

Según Rovira, León Lafuente es «un currito como el 80 % de los españoles, que las está pasando canutas, un tío que siempre lo ha tenido todo difícil y al que se la ha agriado el carácter, agobiado por las deudas y las dificultades para llegar a fin de mes». «A pesar de que casi todos los personajes que he hecho han sido simpáticos, yo como persona también he vivido momentos de cabrearme con el sistema y con Murphy. Al final sacas todos ese veneno y esa 'mala follá' Aquí pongo toda mi bilis, toda la mala leche y toda la decepción de la vida en este personaje».