En una plaza exigente como Balaídos, el Valencia mejoró su versión triste de las dos últimas derrotas, aunque no le valiera para ganar. El equipo de Marcelino, revitalizado con la presencia de Carlos Soler en la medular, tuvo variadas oportunidades para sentenciar su clasificación a la Liga de Campeones, pero perdonó y el gol de Santi Mina, despedido al grito de «pesetero», no fue suficiente para recoger una fruta madurada que deberá esperar a la próxima jornada.

Es un estadio peculiar Balaídos. Ladrillo, gaviotas y afouteza; The Clash y AC/DC por los altavoces y una constante amenaza de tormenta, atmosférica y futbolística, con un Celta que se engrandece ante rivales de envergadura. Por este viejo estadio el Barça sufrió 17 ocasiones y el Sevilla fue vacunado con cuatro goles, en los recientes precedentes al duelo de ayer. El Valencia, muy vigilante, salió a contener la dinámica posesión de los locales en los primeros minutos. Salvo en el duelo entre Wass y Lato, la situación parecía controlada. La presión de la afición viguesa se intensificó con un penalti claro del lateral zurdo al atacante danés, allá en el minuto 12. Justo después de ese agarrón comenzó a diluviar, como si también se quejasen los dioses.

El aviso despertó al Valencia, que empezó a triangular con intención y velocidad. Soler, de regreso a su hogar del 8, tocaba con comodidad, Rodrigo se giraba y abría con visión periférica a Guedes. Ducati corría y lo intentaba todo. También hubo agravio arbitral. En el 22, en una incorporación de Soler su disparo chocó en el brazo de un defensor. Fue una acción clara. Se escuchó claramente el sonido del rebote del balón en todo el estadio.

Kondogbia reclamó protagonismo, con su zancada majestuosa. En el 27 robó la pelota y abrió a Guedes, que tiró el clásico recorte previo a su disparo. En vez de chutar, vio solo a Pereira y se la cedió. El brasileño, al que Marcelino aguantó en la titularidad a pesar de sus pobres prestaciones frente al Getafe, estaba en posición inmejorable, optó por disparar fuerte, pero centrado, y rechazó Sergio. Eran los minutos para dar el mordisco definitivo, pero perdonaron los valencianistas. En el 30, un error en la entrega de Pione Sisto dejó solo a Guedes. El luso burló en una finta a Cabral, pero alejó el balón al querer definir por la escuadra.

El paso por vestuarios mejoró al Valencia. En cinco minutos tuvo tres ocasiones. Primero fue Soler. Solo hay que observar las veces que llega a posiciones de disparo para comprobar la confianza reencontrada por jugar en su posición. Le siguió Guedes, que se topaba ante Sergio, y un Rodrigo que también buscó el gol tras haber sido generoso en asistencias toda la tarde.

En el 58 llegó el golpe (no definitivo). Soler recuperó un balón en plena salida del Celta, cedió a Guedes, que se la entregó a Santi Mina, que definió con una perfecta volea. Ante su gente, en su estadio desde niño, el pontevedrés no celebró el tanto. Abroncado toda la tarde, cambió su festejo inspirado en Lebron James, colocándose las manos en la cabeza y pidiendo perdón.

Lo tenía todo de cara el Valencia, pero se torció la tarde con una falta innecesaria de Vezo. Maxi ganó su primera acción por alto de la tarde y sorprendió a Neto. El vuelo de las gaviotas era más raso, como amenazante, buscando el resto de la merienda del personal. Wass, de cabeza, perdonaba el 2-1. Marcelino reservó al último cuarto de hora los cambios. El primero fue Ferran Torres, que vitaminizó el ataque con constantes centros. Esperaba un final de partido entretenidísimo, de área a área. Vezo y Kondogbia tuvieron el 1-2. A Ferran se la sacó Serio con el hombro. Habría sido la rúbrica perfecta para la Champions.