El mantenimiento del estanque del Centro Arqueológico de la Almoina, el buque insignia de los museos municipales de Valencia, ha caído en el limbo burocrático del reparto de competencias. El estanque de suelo acristalado que se emplazó en mitad de la plaza arqueológica para dejar a la vista, a modo de lucernario, parte de las ruinas del foro romano (concretamente, las termas republicanas) y, al mismo tiempo, regular la temperatura interior del museo subterráneo está cubierto por una capa de mugre verdosa que prácticamente impide el paso de la luz.

El espejo de agua donde, según el arquitecto que lo diseñó (José María Herrara), se reflejarían "como en la Alhambra" los monumentales edificios de la plaza es una balsa de agua turbia con el fondo casi opaco.

La ejecución de la plaza arqueológica, inaugurada en diciembre de 2007, la asumió la Concejalía de Urbanismo que, posteriormente, trasladó la gestión del recinto a la Concejalía de Cultura. La alcaldesa, Rita Barberá, la principal valedora de la cubierta acristalada para las ruinas de la Almoina, aseguró en la inauguración que la Almoina era "el mejor centro arqueológico urbano de Europa".

Sin embargo, la limpieza y mantenimiento del lucernario -que entraría dentro de la categoría de fuentes ornamentales- no se ha pasado a la concejalía correspondiente, la de Alumbrado y Fuentes Ornamentales. La ciudad tiene 168 fontanas y salvo raras excepciones todas las mantiene la citada delegación a través de la contrata IMEX. "Todas las fuentes que están a mi cargo están en perfecto estado de revista", apuntó ayer el concejal de Alumbrado, Juan Vicente Jurado. El estanque de la Almoina "está sucio porque no se limpia", corroboró. El motivo es que "aún es competencia de la Concejalía de Urbanismo; nosotros no hemos recibido esa obra", añadió Jurado. Es lo que pasa cuando "hay tres personas que mandan en un mismo sitio", resumieron fuentes de la delegación de Alumbrado.

La suciedad de la lámina de agua de 300 metros cuadrados llamada atención de los visitantes. Al interior del recinto ya no llega la luz natural. "Ha dejado de ser un espacio iluminado, como si estuviera al descubierto", lamenta un visitante. El agua trasparente del principio se ha vuelto gris por la suciedad acumulada en el fondo.

La alcaldesa de Valencia quiso cubrir las ruinas de la Almoina, en las que se excavó e investigó durante más de 20 años, con un pavimento acristalado pisable pero la complejidad técnica y, sobre todo, los presumibles problemas de mantenimiento por condensación de la humedad del proyecto obligaron a descartarlo.

El traspaso de competencias del Centro Arqueológico de la Almoina a la Concejalía de Cultura fue objeto de la polémica al hacerse público un demoledor informe del jefe del servicio municipal de arqueología que ponía en solfa numerosas deficiencias y errores históricos en el proyecto del museo.

El museo de la Almoina quedó en 2009 en segundo lugar en el premio europeo al Mejor Museo del año que concede el Foro Europeo de los Museos. Se valoró "la solución arquitectónica y los sofisticados sistemas de control remoto" de las instalaciones. La sofisticación, sin embargo, parece no alcanzar para algo tan básico como la limpieza.

El mirador de la V-21 y los puentes históricos

El de la Almoina no es el primero ni el último traspaso de competencias de obra problemático en el Ayuntamiento de Valencia. No es la primera vez que un servicio se niega a reconocer las obras realizadas por otro incluso las suyas propias. La Concejalía de Cultura aún no ha recepcionado la rehabilitación de los puentes de Trinidad y Serranos en espera de que la contrata subsane la inseguridad de las escaleras históricas reconstruidas. El Ayuntamiento de Valencia tampoco ha certificado la torre mirador de la rotonda de la avenida de Cataluña, construido por el Ministerio de Fomento, que se ha convertido en arma arrojadiza contra el Gobierno central.