Este mes se cumplirá un siglo del nacimiento del barítono mexicano Jorge Negrete (de nombre completo Jorge Alberto Negrete Moreno), que vino al mundo en la localidad de Guanajuato el 30 de noviembre de 1911, y que falleció con sólo cuarenta y dos de edad el 5 de diciembre de 1953 en Estados Unidos.

Con diez años de edad, la familia se trasladó a México DF, donde nuestro personaje estudió diversas carreras: parte de Medicina, idiomas y ejército, alcanzando el grado de teniente de Caballería. Pero pronto dejó el uniforme y bien que aprovechó sus experiencias sobre el caballo para luego mostrarlas en el cine.

Estuvo un tiempo trabajando de «mesero» en un establecimiento hostelero, aunque sin dejar su afición por los corridos y rancheras; y la no asistencia de un cantante en el establecimiento donde trabajaba le dio la oportunidad de suplirle y lograr un éxito que marcó el comienzo de una carrera inolvidable.

Muy pronto se le reclamó para el cine, y El fanfarrón fue su primera película de una serie de decenas y decenas de cintas rodadas en diversos países.

Con veintiocho años ya fue aceptado en Hollywood , y rodó como protagonista en numerosos países del continente americano. Tras Ay, Jalisco, no te rajes, y otras varias, vino a España, donde su fama ya había llegado con diversas películas; y aquí rodó Teatro Apolo con Victoria de los Ángeles, y Jalisco canta en Sevilla, con Carmen Sevilla.

Pero de su estancia en Valencia, en la esquina entre las décadas de los años cuarenta a los cincuenta, hay un hecho que resulta inolvidable. Actuó en la Plaza de Toros, se hospedó en el hotel Reina Victoria, fue andando hasta Radio Valencia —aún recordamos el tumulto de gente que le rodeó en la calle de Juan de Austria— y aceptó la invitación de la falla de Joaquín Costa-Conde de Altea, cuyo presidente entonces, Vicente Añón —¡un valenciano ejemplar!— le nombró Fallero de Honor; e incluso concertó con otro personaje fallero inolvidable, Regino Mas, para que el «mexicano, valiente y bragao», pudiese conocer in situ cómo se construye una falla, pues accedió a desplazarse con la comisión al taller que el artista tenía en Benicalap, de cuya presencia se conserva fotos con los ya citados y con miembros de la comisión que le recibió y le concedió el citado título fallero.

Fue uno de sus últimos pasos. Este artista universal, tres años después, en diciembre de 1953, fallecía todavía joven, dejando a su última viuda, María Félix —había estado casado varias veces— que se iría también al otro mundo, pero medio siglo más tarde.