«Ven, papá, ven. Mira, es aquí. Ya te dije que molaba un montón tocar un hueso de dinosaurio». Un domingo cualquiera, en el Museo de Ciencias Naturales de Valencia, esa es una de las frases que más se escucha entre los visitantes. Y es que este museo, ubicado en los Jardines del Real (Viveros), da la oportunidad a vecinos y turistas de tocar aquello que suele está expuesto tras una vitrina y es inaccesible para la mayoría de los mortales: el hueso fósil de un dinosaurio de hace 65 millones de años. Y no solo eso. También se puede palpar un helecho fósil de más de 300 millones de años, un amonite gigante que suma más de 70 milllones de años y el tronco fosilizado de un árbol cuyas ramas servían de pasto a los dinosaurios. Facilitar el contacto directo con los fósiles, de manera que se puedan tocar para apreciar la textura o el relieve, es una de las claves que marcan la diferencia en una galería que ofrece la posibilidad de transformar una simple visita a un museo en una experiencia inolvidable. A los niños les encanta. De hecho son ellos lo que, tras una visita escolar, le explican a sus padres que han tocado un hueso real de estos animales extinguidos, y que quieren volver.

Por ello, un domingo cualquiera, el museo se llena de familias al completo que se acercan a descubrir los tesoros que alberga una galería desconocida para unos, y visita obligada para otros.

En el Museo de Ciencia Naturales de Valencia no solo se encuentra la colección paleontológica que donó a la ciudad José Rodrigo Botet en el siglo XIX y que supone la muestra más numerosa y variada de fósiles de mamíferos del Pleistoceno sudamericano presente en Europa. Sin embargo, sigue siendo la visita estrella del recinto y el lugar donde pequeños y mayores se quedan con la boca abierta. De hecho, fósiles de animales como los que muestra el museo valenciano, fueron los que hicieron pensar a Darwin en la teoría del Origen de las Especies. Es más, esta colección es el origen de un museo que ha tenido numerosos traslados.

Interactivo y didáctico

El objetivo del museo, según su directora Margarita Belinchón, es hacer la ciencia «comprensible y atractiva, incluso divertida, para todo tipo de visitantes». Fue idea de Belinchón abrir parte de las vitrinas para poder tocar los huesos de animales que solo aparecen en las películas y en los libros. Y la medida ha funcionado. Además, todo el museo es interactivo y el lenguaje empleado, adecuado y sencillo. Para facilitar la comprensión se utilizan audiovisuales y técnicas de animación. Es decir, un vídeo explica a la perfección los procesos de fosilización, algo clave para entender la visita. El objetivo se consigue en apenas dos minutos. Gran parte de los elementos expuestos están contextualizados gracias a las reconstrucciones gráficas de los hábitats del pasado. Y así, de repente, la vida de los fósiles que aparecen en la vitrina cobran vida después de millones de años.

El museo cuenta con cuatro áreas expositivas. En primer lugar está el apartado dedicado a la «contribución valenciana a las ciencias naturales» (desde el Renacimiento hasta el siglo XX), donde destaca la recreación de un gabinete científico del siglo XIX, similar al que utilizó Ramón y Cajal.

En segundo lugar se encuentra el apartado de «Historia de la vida y evolución» „un recorrido cronológico a través de las diferentes épocas geológicas (donde se encuentra la colección Rodrigo Bonet)„ para pasar a contemplar la colección de malacología, una gran muestra de conchas de moluscos.

Por último se encuentra el apartado de «Ecosistemas valencianos», que muestra la riqueza de la ciudad. Pero, además, el museo cuenta con salas de exposiciones temporales. Todo ell o es posible gracias a la apuesta del ayuntamiento «por la acción social de los museos».