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80 años de la sublevación de Asturias

La revolución que pasó de largo

La huelga general de octubre de 1934 dejó dos muertos y cuatro niños heridos de gravedad en Valencia tras 7 días de paro de desigual seguimiento

La mecha de la Revolución de Octubre de hace 80 años, que dejó escrito a sangre y fuego el nombre de Asturias en la historia, aunque no prendió en Valencia si que tuvo sus ecos. La huelga general revolucionaria convocada por la Alianza Obrera contra la entrada en el Gobierno de la II República de tres miembros de la La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), la gran coalición de la derecha liderada por José María Gil-Robles, a pesar de su desigual seguimiento paralizó la ciudad durante al menos siete días y obligó a declarar el estado de guerra.

El gobernador militar de la plaza, el general Francisco Llano de la Encomienda, que 20 meses después tras la sublevación militar de Franco se mantendría fiel a la República, sacó cañones y ametralladoras a las calles para frenar la revolución.

Pese a que la huelga general de octubre de 1934 no fue de las más conflictivas de aquel año en Valencia, los paros dejaron dos muertos. Además, cuatro niños resultaron heridos por jugar con bombas abandonadas en la calle.

El Mercantil Valenciano, la cabecera histórica de Levante-EMV, tras reanudar su publicación después de cinco días de paro realizó una detallada crónica de los sucesos de Valencia durante la semana que duro la huelga general de aquel octubre del 34 en el que la revolución pasó de largo.

Viernes 5. El rumor de huelga corre como la pólvora. A media mañana la mayor parte de obreros de todos los oficios abandonan su puesto. Se retiran taxis y tranvías. Por la noche abren teatros y cafés, pero la animación es escasa.

Sábado 6. La huelga general se extiende a todas las compañías de ferrocarril, incluidos los trenes eléctricos de Llíria y Villanueva de Castellón. El Ejército militariza los tranvías, que salen a la calle conducidos por soldados. La Policía clausura centros y sociedades obreras. El general Llano de la Encomienda asume el mando de la ciudad y, ya por la noche, declara el estado de guerra. Tropas de infantería y artillería ocupan los puntos estratégicos, emplazando en ellos ametralladoras y cañones. Una compañía de infantería toma el ayuntamiento, mientras que la caballería patrulla las afueras.

Domingo 7. El Ejército ocupa el puerto y el Cabanyal. En la ciudad, la vida es casi como un domingo normal: hay animación en calles, bares y cafés, mientras teatros y cines dan funciones de tarde, pero las de noche se suspenden por el toque de queda. Circulan más tranvías conducidos por soldados, aunque ahora van escoltados por guardias civiles y de asalto. La noche es territorio de las bombas; artefactos de fabricación casera estallan junto a la cárcel modelo y en la plaza del Horno de San Nicolás, rompiendo cristales y causando desperfectos pero sin dejar heridos.

Lunes 8. Tras la tregua festiva llegan los disturbios. Los piquetes que impiden la apertura de fábricas y talleres son duramente reprimidos. Aún así, los huelguistas vuelcan tranvías en la calle Libertad y en las cocheras de la calle Jesús «arrojan líquido inflamable» los cócteles incendiarios no tomarían el nombre del comisario soviético Mólotov, hasta 5 años después para impedir el acceso de los trabajadores. Unos 300 de los 500 obreros de los astilleros de Unión Naval de Levante que se presentan al trabajo, se van a media mañana. A las 20,15 horas el conductor de un tranvía de la Línea 8, Miguel Domínguez Cortina, casado y de 34 años, es asesinado por tres pistoleros que suben en marcha al vehículo cuando se retiraba a las cocheras de Catarroja por el Camino real de Madrid.

Martes 9. La huelga es total en el puerto y la secundan la mitad de obreros de la construcción, pero los trabajadores van volviendo a las fábricas. Aún así, se celebra el partido de fútbol suspendido del domingo y el entonces Levante FC vence 2-1 al Betis en el campo del Cami Fondo del Grau. Dos niños, los hermanos Pepita y Miguel Domingo Villanueva, de 8 y 11 años, resultan gravemente heridos cuando jugaban con una bomba sin estallar abandonada en el paseo de la Pechina. De madrugada, a la 1,25 horas, otra bomba destroza la reja, puertas, cristales y muebles del recibidor de la casa del vicario de San José del Arrabal, Jaime Carbonell. También estallan bombas en las puertas de los conventos de Carmelitas y la Pureza del Cabanyal.

Miércoles 10. El brigada de ingenieros Eugenio Sanjuan García muere al caer desde la torre del Banco Vitalicio de la avenida Nicolás Salmerón ahora Marqués de Sotelo, mientras montaba un enlace óptico para comunicar a las tropas desplegadas por la ciudad. Llano de la Encomienda ordena a las patronales naviera e industrial que despidan a los huelguistas. Se trata de un ultimátum, pues amenaza con incautarse de las empresas en caso de desobediencia.

Jueves 11. La Alianza Obrera ordena la vuelta al trabajo. A las 17.25 horas «una formidable explosión» en el barrio del Carmen, en la plaza de Mosén Sorell esquina con calle Alta desata el pánico y provoca carreras. El sobresalto lo provocan los hermanos Abel y José Calap Tello de 6 y 8 años, que resultan gravemente heridos cuando manipulaban una bomba abandonada.

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