Hortensia Martínez y Luis Morales se sentían ayer los padres «más afortunados del mundo». Acababan de bautizar a su pequeño en la pila de San Vicent Ferrer, con la doble onomástica de Lluís Vicent. «Qué mejor nombre que el de la fiesta de hoy», apuntaba el vicario general de la archidiócesis, Vicente Fontestad Pastor, en referencia a Vicent Ferrer y también a Lluís Bertrán, a los que se venera en la iglesia de San Esteban. «Lo más grande que nos puede pasar en la vida es bautizarse, lo máximo es ser hijo de Dios, algo que no ocurre en otras religiones, y por el bautismo nos convertimos en familia de Dios», recodaba el sacerdote, que ofició en nombre del arzobispo Antonio Cañizares, de viaje a Madrid. Lluís Vicent , tranquilo en brazos de su madre, sólo protestó en el momento de ser ungido con el óleo sagrado. Ni se inmutó al recibir las aguas, ni con los contínuos disparos de los flashes.

Una vez acabada la misa, y camino de la basílica para ofrendar a la Mare de Déu, los progenitores de la criatura iban recibiendo un sinfín de parabienes y enhorabuenas. «Hoy es un día muy grande por dos motivos, por el bautizo de nuestro hijo y por ser la festividad que es», argumentaba Luis, quien incidía en la importancia de la cita. A la pregunta de por qué el nombre y en valenciano, respondía con satisfacción: «Som molt valencians, parlem valencià i som d'esta festa... quin nom millor!», manifestaba, en clara sintonía con el párroco oficiante.

Otra madre orgullosa ayer era Carmen de Rosa Torner, clavariesa vicentina. Miraba arrobada a su hija, Carmen Sancho, ataviada con los ropajes de Els Bults de Sant Esteve, personajes que recrean el bautizo de Sant Vicent Ferrer. «Parece una virreina de verdad», comentaba la presidenta del Ateneo Mercantil, escoltada por el concejal de fiestas Francisco Lledó. La fallera mayor saliente siempre asiste a tan tradicional bautismo desde el altar, aunque ayer jugaba con ventaja. «En 2007 fue madrina», recordaba Carmen de Rosa. Tampoco faltó al acto Paz Olmos, directora del Museo de Bellas Artes de Valencia y regina dels Jocs Florals, quien ocupaba puesto de honor en una iglesia abarrotada por numerosos miembros de colectivos vicentinos, devotos de San Vicente Mártir y Sant Vicent Ferrer, así como turistas atraídos por los trajes de época de los «bults».