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Divagaciones

Semana Santa

Semana Santa

Es Sábado Santo. Me asomo a esos años donde España vestía de negro y cerraba cines, salas de espec­táculos y tiendas€ No se cantaba; solo en la radio se oía música sacra o las tristes saetas de Andalucía que vibraba con su legendaria emoción, una emoción que transmitía a turistas maravillados y que ella guarda como se quiere guardar la magia. Las calles olían a incienso, se paseaban las clavariesas con negros trajes y grade tejas en las que se apuntalaban las mantillas. Largas misas y tristes rezos. El atardecer se estremecía en el arder de los cirios.

Negro sobre negro. La liturgia perdura y sigue dedicando el significativo respeto que para los cristianos tiene la Pasión de Cristo, ese respeto lleno de congruencia que muchas veces se olvida a la salida de la iglesia. Cuerpos arrodillados, cabezas agachadas, manos sujetas, ojos cerrados, pero cuando la iglesia queda atrás, algunos cuerpos se alzan, las cabezas que yerguen, las manos, ¡ay, las manos manipulan! Qué difícil es la fe y qué débil es el ser humano ante ella. Luego venía la Pascua, la Resurrección y el pueblo liberado del dolor de la muerte de Cristo se vestía de luz y volaba cachirulos por doquier; meriendas alegres con longanizas y monas de Pascua€ La primavera brillante bailaba ante la Pascua. Mi mirada se posa ante esa Semana Santa de fiesta, de vacaciones, bares y chiringuitos, cines, pubs€ Todo está abierto. Las tiendas son templos de abarrotado consumo. Mucha gente ha escapado de la rutina y ha partido hacia viajes cuidadosamente planeados en busca de emociones nuevas. En el campo o en las playas se ha refugiado el cansancio y la Semana Santa se va yendo hacia el lento olvido. La razón pura frente a la fe misteriosa del ser. De una España de fervorosas creencias, ha surgido una sociedad laica que defiende la independencia y la libertad del ser humano que conlleva el respeto hacia cualquier religión, hacia cualquier creencia; creencias y tradición, a veces, caminan juntas, se entremezclan y se abandonan en esas curiosas y bellas procesiones de nuestro distrito Marítimo.

Los llamados valores formales o existenciales, indefinidos o exactos van ligados a lo que se entiende por verdad, enredados entre los antecedentes históricos, ideológicos, educacionales€ «¿qué es la verdad?» Preguntó Pilatos a Jesús. Quizá la verdad exista en el comportamiento civilizado; en la llamada moral para cristianos y en la denominada ética para laicos. Reflexionando en la historia de Semana Santa y en las diferentes actitudes que las épocas van marcando, pienso que lo absoluto, como alguien dijo: «no tiene historia». Las verdades, científicas, doctrinales, filosóficas o históricas están llamadas a revisión, y los cambios y transformaciones de la sociedad están ahí. La vida sigue su curso imparable y no importa, si fieles a nosotros mismos, la sabemos seguir.

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