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De regreso

De regreso

Esto se acaba, vine a esta aldea a trabajar sin saber siquiera que existía. Un puñado de casas en un valle de la sierra, un pueblo sin río, ni grandes atracciones turísticas, ni tiendas, ni servicios, sólo gente, y poca. En las fiestas me impactó ver a veinte personas juntas en el frontón. Parecía una manifestación. No sé si el entorno hace a la gente o es la gente la que va modelando su entorno. El caso es que aquí todo se trivializa, se deja pasar el tiempo, simplemente, esa sensación que tienes en Valencia de estar perdiendo el tiempo cuando no haces nada desaparece.

La cerveza con los amigos es casi sagrada, con sus peleas a brazo partido a la hora de pagar. No hay estrés, la gente trabaja igual que en la ciudad, tiene sus familias con sus cosas, exactamente igual y también tienen que cuidar sus casas, pero nadie está agobiado. La máxima que reza que detrás del uno va el dos es religión. Nada es tan importante como para que te robe la salud. Darle vueltas a la cabeza o como dicen, hacerte mala sangre, no soluciona nada, además tampoco perjudica a quién piensas que es motivo de tus males, sólo te hace daño a ti. Y aquí la gente vive muchos años, por algo será.

Las cosas son mucho más sencillas de lo que a veces pensamos y las personas no somos tan distintas, todos tenemos nuestros principios inamovibles que suelen ser los mismos sólo que cada uno los tiene en un orden diferente. Lo importante es encontrar a quienes tienen el nosotros más arriba y el yo más abajo. Lo cierto es que ha sido una gran experiencia de vida. Una experiencia que me ha demostrado varias cosas, la principal que puedes hacer cosas que no has hecho nunca, hasta cocinar, de todo se aprende y todo enriquece, es cuestión de adaptarse, y en eso ya tengo un máster.

También, aunque eso ya me lo había demostrado la experiencia de muchos años, he confirmado que lo mejor del mundo es trabajar con amigos. He tenido la suerte de hacerlo muchas veces a lo largo de la vida. Así que echaré de menos a mi compañero, por muchos motivos, por tener la deferencia de no hablar hasta después del desayuno, por aguantar mis tonterías, por soportar mis miedos, por creerme cuando le contaba que los vasos se suicidaban solos desde lo alto del banco mientras fregaba porque estaban hartos de la vida, por traerme merienda, por sus bromas y por hacer el trabajo duro mucho más llevadero.

Echaré de menos el fresquito por la noche, desayunar escuchando los pájaros, las visitas de la vecina con las novedades del día. Parece mentira pero en pueblo tan pequeño hay muchas noticias; al pastor con sus tres cabras y su amigo también octogenario sentados en el banco de la ermita contándose quién sabe qué, día tras día, las curiosidades de los lugareños, el paso lento de la vida aquí, las conversaciones de los alcaldes, el saliente y el entrante. Sin embargo echo mucho de menos Valencia, con sus defectos y sus virtudes, tengo ganas de volver para ir a la playa, al IVAM, que me han dicho que hay unas expos muy recomendables, para pasear por el centro, ver caras conocidas y sobre todo ir de cervezas con los amigos que ya me han llamado de la asociación de bares que desde que no estoy tienen acumulación de estock y eso habrá que solucionarlo. Así que vayan pidiendo turno.

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