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El rincón tranquilo y la mole desierta

El calmado patio interior de la Iglesia de San Juan y San Vicente se sitúa frente a la antigua sede de Iberdrola, que lleva años en estado de abandono

El rincón tranquilo y la mole desierta

La calle Isabel La Católica no es como sus semejantes. Situada en el corazón del Pla del Remei, ha sufrido una transformación más acusada y menos homogénea que sus vecinas. Muchos de los edificios modernistas cayeron en desuso y dieron paso a otros que no respetaron la estética y la peculiaridad de este primer ensanche de la ciudad. Aún así, esta céntrica vía de la ciudad disfruta de un caché innegable, catapultada por su entorno.

La iglesia de San Juan y San Vicente representa algo así como la parte noble de la calle Isabel La Católica. Se trata de un conjunto de edificaciones religiosas en el que destacan el propio templo, dependencias parroquiales y la llamada Capilla de la Comunión. Se construyó a principios del siglo pasado y entre sus atractivos para el visitante está, sin duda, el pequeño y reconfortante patio interior que se sitúa justo antes del acceso al templo.

El conjunto religioso, de aires neogótico y neobizantino, permanece la mayor parte del tiempo cerrado, pero cuando abre sus grandes puertas al culto, deja al descubierto el sensacional patio interior, plagado de palmeras y de un verde frondoso y potente, que contrasta con el ladrillo del templo y sus contrafuertes. Al viandante no le hace falta nada más para abstraerse del bullicio externo y agradece el refugio que proporciona este pequeño oasis.

La paradoja que vive la calle salta a la vista nada más dejar el templo. En frente nos encontramos una mole de cemento de 7 plantas, de concepción espartana y que sirvió como sede central de Iberdrola durante décadas. Sin embargo, la compañía eléctrica se mudo a unas nuevas instalaciones, dejando el destino del viejo edificio en manos del sufrido mercado inmobiliario.

Fue vendido por 24 millones de euros en el año 2003, pero hasta 2007 no quedó vacío. Su futuro debe ser la demolición para dar paso a un nuevo complejo de viviendas. Pero la operación se detuvo por la maldita crisis y hoy la mole de 7 plantas continúa vacía, y tapiada. Ha sufrido ocupaciones y hasta un incendio. El caché de la calle y la milla de oro decae cada vez que alguien pasa por delante de él.

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