Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cañas y barro

¡Te quedas sin piscina!

¡Te quedas sin piscina!

Sí, como lo oyen, así de infantil y así de autoritaria ha sido la decisión de nuestro gobierno municipal. «Porque yo lo digo, porque me da la gana? Os quedáis sin piscina». Os quedáis sin piscina los cientos de usuarios de esta instalación que yo llamaría «histórica», pues para muchos la Piscina Valencia es parte de nuestra historia. Se quedan sin piscina innumerables niños y niñas de nuestra ciudad que, de forma totalmente inmerecida, reciben el injusto castigo de un ayuntamiento que ha decidido renunciar a lo suyo, a lo que ya tiene y le pertenece por pura demagogia. Por demostrar, una vez más, que han venido para cambiar todo: lo bueno, lo malo y lo regular. Y, aunque sea bueno, aunque suponga unos ingresos de tres millones de euros para las arcas municipales, aunque se pierda un dinero que podría dedicarse a mejoras en el barrio y, lo que es peor, aunque dejen en el aire los puestos de trabajo de un grupo de personas con el impacto que esto llevará a sus familias? Aunque sean conscientes y sabedores de todo eso... ¡Valencia, te quedas sin piscina! ¡Castigada! Porque debe de notarse que estamos aquí. Que se enteren todos, grandes y pequeños que ahora mandamos nosotros. Ahí está, el «porque yo lo digo» al que tendremos que ir acostumbrándonos.

En los años sesenta siendo alcalde Adolfo Rincón de Arellano, la construcción de esta instalación deportiva añadió valor al barrio de Exposición. El Ayuntamiento de Valencia cedió unos solares en la plaza de Galicia a la Federación Valenciana de Natación para construir una piscina cubierta que habría de revertir a los 30 años al municipio. En sus inicios se llamó «Piscina Vedri» por el nombre de su promotor, un notable empresario valenciano. Después pasó a llamarse «Piscina Valencia», una infraestructura que en los años siguientes dio como resultado un espectacular fomento de la natación en Valencia.

Seguramente mis recuerdos de aquella época sean comunes a muchos y muchas de mi generación, pues fuimos cientos los que allí aprendimos a nadar o perfeccionamos nuestro estilo por las tardes, después del colegio. Los días que me tocaba ir a la Piscina Valencia eran mis favoritos, además no me importaba que hiciera frío o calor. Recuerdo con cariño cuando, en pleno invierno mi madre, después de la clase de natación y antes de salir a la calle, nos ponía a mi hermana y a mí unos gorros de lana en la cabeza que en esos años eran la última moda, se llamaban «verdugos» porque llevabas toda la cabeza y el cuello protegido y solo dejaban al descubierto la carita...

De nuevo en los noventa todos esos recuerdos volvieron de nuevo a mi mente porque, cosas del destino, siendo yo concejala de Patrimonio en el ayuntamiento, tuve que convocar el concurso público para una nueva concesión de esa Piscina Valencia. Un trámite que, por supuesto, salió adelante dando muchos años de servicio a las gentes del barrio y de otros lugares de la ciudad.

Tras la sorprendente e indocumentada decisión de los mandatarios municipales de paralizar el actual concurso de adjudicación de esta dotación municipal, la emblemática piscina vuelve a ser tema de actualidad. ¿Y por qué nos dejan sin piscina? ¡Pues porque nos da la gana, no hay más que hablar!

Compartir el artículo

stats