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Mujer de negocios

La señora de La Plata

Herminia Belloch, conocida como la señora de la Plata, fue una mujer de negocios adelantada a su tiempo

Ermita de Montolivete.

Herminia Belloch, con unos ahorrillos de su padre emprendió una carrera de prestamista que le permitió aumentar su fortuna considerable. Mujer implacable con sus deudas, pronto reunió dinero para comprar la casa y huerta de su progenitor. Acumuló también joyas y objetos preciosos que la gente dejaba como prenda de sus préstamos. El oro no era un metal corriente por aquellos lares, pero sí la plata. Por ello muy pronto a la casa de la familia Belloch la conocieron como la Casa de la Plata y a ella misma como la Señora de la Plata.

Al remodelar la vieja barraca y transformarla en alquería, la propia Herminia asfaltó el camino que llevaba hasta la Carrera En Corts. Primeramente llamaron a este lugar la «entrada de la Plata», después fue la «calle de la Plata» y así desembocó en lo que actualmente conocemos como Avenida de la Plata. Aunque mucha gente cree que el nombre de esta vía pública deriva del metal, y otros opinan que es un homenaje a la argentina Ciudad de la Plata, lo cierto es que sus orígenes son mucho más prosaicos. La casa de la prestamista de la zona dio nombre a todo un barrio muy populoso de la urbe.

Herminia Belloch era tacaña y controlaba mucho su dinero, como corresponde a toda usurera. Se casó casi por casarse con un jovenzuelo de la zona al que gobernaba a su antojo. Sus únicos dispendios conocidos eran las limosnas que daba cuando llegaban las fiestas de la Virgen de Montolivete, y los monumentales arreglos florales que montaba en la vieja ermita que estaba ubicada a la orilla del río.

La Virgen de Montolivete es un icono bizantino que, según la tradición, fue traído desde Jerusalén por el soldado valenciano Pere Aleixandre. Este expedicionario fue atrapado por los musulmanes en una de las cruzadas y encerrado como esclavo en un palacio musulmán. Al huir de su cautiverio encontró en un lujoso salón grandes tesoros, botín de los moros robado a sus enemigos cristianos.

El piadoso Pere Aleixandre

El piadoso Pere Aleixandre se marchaba del palacio con sus bolsillos cargados de oro, pero antes de saltar por una ventana se arrepintió, volvió atrás, y en lugar de cargar con riquezas materiales, decidió salvar el icono de la Virgen.

María premió su gesto con un milagro portentoso. Aleixandre se detuvo a dormir en el monte de los olivos, bajo una olivera enorme. Por la noche, mientras dormía, varios ángeles arrancaron este árbol y se lo llevaron volando hasta la huerta de Russafa, donde el soldado despertó al día siguiente, para gran regocijo de su familia y de todas las autoridades del Reino de Valencia. Allí se levantó la ermita que aún hoy existe enfrente de la Ciutat de les Arts i de les Ciències.

Herminia hija derrochó toda la fortuna de Herminia madre con la misma rapidez que aquella la había atesorado. A principios de los años veinte su madre había muerto y ella ya estaba con el agua al cuello, víctima de prestamistas sin escrúpulos colegas del gremio de su progenitora.

Pero en ese momento tan crítica el General Primo de Rivera propició involuntariamente su salvación económica. Al construir junto a la Carrera En Corts, justo enfrente de la calle de la Plata, el monumental cuartel de Zapadores, Herminia hija vislumbró claramente a que se debía dedicar en el futuro.

Tantos hombres juntos en un lugar tan alejado de la ciudad precisaban un servicio de atención femenina que Herminia no dudó en procurar en su propia casa, creando el primer burdel popular de l'Horta. Las gentes del campo eran muy pacatas en estos temas, controlados férreamente por las doctrinas religiosas imperantes. La apertura de este local fue un escándalo, pero el éxito que tuvo entre las tropas apagó cualquier protesta.

Los soldados almorzaban en Casa Clementillo, la taberna tradicional, y luego iban a solazarse a «la Casa de la Plata» donde Herminia seleccionaba a las mejores muchachas expertas en amores de pago. Y así fue hasta tiempos de la República, cuando la propietaria murió por excesos relacionados con el alcohol o incluso otras sustancias que empezaban a popularizarse por entonces.

Los trazados urbanísticos de los años cincuenta y sesenta cegaron la calle de la Plata, en su lugar hoy se alzan unos edificios, justo enfrente del extremo final del Cuartel de Zapadores, donde los oficiales tenían una terracilla donde tomaban café y vigilaban a los lejos el prostíbulo.

Se diseño una gran avenida allí, pero la corrieron unos cuantos metros hacia el sur, pues si se hubiera seguido en línea recta la antigua calle de la Plata, se hubieran llevado por delante la ermita de Montolivete que estaba al final del trazado. Sin embargo, aquel nombre mítico perduró en el tiempo.

La avenida de la Plata es hija del sexo y del dinero. Que la Virgen de Montolivete nos proteja de estas plagas, o nos las bendiga y multiplique, según como se mire y cada uno opine.

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