Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Yo firmo

Yo firmo

Sé que no es nada nuevo, pero esta vez parece que sí ha comenzado la cuenta atrás para el cierre del Balneario de la Alameda. Una víctima más de esta fatídica crisis que hemos sufrido y que, por supuesto, no se va a ir sin dejar sus huellas y cicatrices en toda la sociedad.

Recuerdo la ilusión con la que se puso en marcha todo el proyecto de recuperación de los edificios de la Exposición.

A todo nos acostumbramos pero recordarán esos espacios enormes abandonados y sombríos que muchos ni sabían lo que eran. Ahora el lugar es un espacio encantador que rememora la etapa modernista de nuestra ciudad y que al tiempo le da una imagen actual que, como las más importantes de Europa, no está dispuesta a abandonar y ver morir su historia.

El proyecto se llevó a cabo por iniciativa pública pero para ello era indispensable contar con la colaboración de la empresa privada, sí esos que para algunos gobernantes son «el enemigo público número uno». Esos que son el pilar fundamental sobre el que se asienta nuestro país y sin los que desde la administración poco puede hacerse. Y también esos que han tenido que sufrir la crisis en sus propias carnes y en sus propios sueños.

La reapertura del Balneario de la Alameda se consiguió y se llevó a cabo en una etapa en la que la economía iba «viento en popa» por lo que las condiciones de la concesión se adecuaron a las circunstancias. Pero como todos sabemos esas circunstancias tardaron poco en cambiar y, a pesar de los esfuerzos empresariales, el negocio dejó de serlo y los ingresos no daban ni para cumplir con las obligaciones más primarias.

Lo que ocurre es que, al contrario que en otros proyectos empresariales, el balneario cumple con una importante labor social. Los beneficios para la salud que ofrecen ésta instalación única en Europa por encontrarse en pleno casco urbano, permite que las valencianas y los valencianos no tengan que salir de su ciudad para poder asistir a una terapia termal. Esto propició un acuerdo entre la Concejalía de Bienestar Social y la empresa concesionaria gracias al cual cientos de personas mayores de la ciudad han podido mejorar su salud y mitigar sus dolores.

Y no sólo eso, pues detrás de los números y de los intereses hay personas, en este caso casi treinta que van a quedarse sin trabajo. Treinta personas que son treinta familias y eso es mucho. El ayuntamiento debería de empezar a ver al empresario como un colaborador y no como un enemigo. Debería plantearse que el Balneario es mucho más que una concesión administrativa y trabajar para promover y potenciar el uso de esta instalación.

También nosotros podemos hacer algo. Para empezar, participar en la iniciativa puesta en marcha por los empleados en la página change.org con el objetivo de recoger firmas para «solicitar al equipo de gobierno una solución creativa que permita el cumplimiento de lo pactado en 2006 y que evite el cierre de un servicio de salud a pacientes, mayores y ciudadanos».

Pero además les invito a que visiten la página web del Balneario y conozcan los beneficios que aportan las aguas de este manantial así como los servicios las interesantes ofertas que proponen.

Compartir el artículo

stats