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Los teatros de Valencia a través del tiempo (III)

Detenerse en la historia de los teatros del siglo XVII al XIX, es presenciar actuaciones al aire libre como la del famoso actor Riquelme, delante del Palacio Real en 1619. Ver Los melindres de Belisa de Lope de Vega, en el convento de Predicadores; y tantas comedias que se representaron por doquier€ En todo el País Valenciano se extendió esta afición que parece, hoy, querer retornar€

En 1650, Felipe IV prohibió la representación de comedias, pero levantó esta prohibición a raíz de la visita del alcaide de la Olivera. La historia de este teatro y su época es como una serie donde el teatro provoca amor y odio. El poderoso arzobispo Mayoral consigue que después de la rehabilitación de la Olivera, valiéndose del terremoto de 1748, lo presentara como un castigo del cielo e invitó al Ayuntamiento a suprimir las comedias para aplacar la ira de Dios. El municipio impidió las representaciones durante cinco años, pero no satisfecho, el prelado pretendió que la Corporación hiciese voto de no permitir comedias y consiguió que Fernando VI, por real decreto de 1748 prohibiese su representación. No contento con eso, en 1749 obtuvo otra Real Orden, para que el teatro se convirtiese en viviendas, logrando la demolición de la Olivera, uno de los mejores teatros de España. (Nunca entenderé cómo este Arzobispo, que odiaba la ilustración y el teatro, tenga una calle en la ciudad). La afición al teatro no moría y Carlos III revocó el decreto prohibitivo a instancias de la ciudad. Se abrió la Botica de la Balda; un amplio almacén de trigo próximo al puente de la Trinidad, donde se dio la primera función el 23 de marzo de 1761, representando la obra de Calderón «Afectos de odio y amor».

Tras el incendio del teatro de Zaragoza el Ayuntamiento, por miedo, cerró la Botiga de la Balda, quedando otra vez la ciudad sin funciones teatrales.

En 1783 se construyó un barracón en el Grao, donde se dieron representaciones durante dos años, sin que lo alejado del lugar retrajese al público. Dos años después se consintió la apertura de un teatro de madera situado en la calle de Alboraia. No obstante, la Ciudad y el Hospital deseaban que se representasen funciones en el interior del perímetro urbano y se abrió de nuevo la Botiga de la Balda que se denominó Teatre Vell.

Perderse en todos los actos de conmemoración del V centenario de la Conquista, es asistir a múltiples representaciones. Todas en castellano. Como siempre el valenciano se vio desterrado de su propia tierra; una real Célula de 1786 dispuso que «en todo el Reino se enseñe y actúe en idioma castellano» Otra en 1799 prohibía «representar, cantar ni bailar piezas que no fuesen en idioma castellano» No obstante los misteris, se siguieron representando en nuestra lengua.

Con motivo del III centenario de la canonización de san Vicente Ferrer, un gran espectáculo convirtió el cauce del Turia en teatro: Entre los puentes del Real y de la Trinidad se desplegaron y navegaron dos escuadras, una de moros y otra de cristianos. Ante el palacio se montaron un volcán y un castillo. El público presenció el espectáculo acomodado en estrados dispuestos a lo largo de puentes y pretiles. Después de los simulados combates navales y terrestres, la ciudad resplandeció como resplandece cuando hay fuegos artificiales.

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