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El arte como instrumento de transformación

La grandeza de un maestro

Lluís Bou nació en la calle Ciurana número 3 el 25 de mayo de 1944. Desde su ventana contemplaba la horchatería de los Monleón, en aquella avenida del Oeste que avanzaba imparable. Su obra es relejo de una sociedad cambiante

La grandeza de un maestro

El toro es un elemento totémico valenciano. Los «Bou» encarnan uno de los linajes más nobles del Reino de Valencia. Los Borja tenían un «bou» en su escudo familiar que encumbraron hasta el Vaticano. Los toros fueron siempre protagonistas, tanto en fiestas populares como en aquellos paisajes sorollescos de la «peixca del bou». En medio de esta torada sobresale uno de nuestros artistas más peculiares: Lluís Bou Solís.

Lluís Bou nació en la calle Ciurana número 3 el 25 de mayo de 1944. Desde su ventana contemplaba la horchatería de los Monleón, en aquella avenida del Oeste que avanzaba imparable. A los diez años derribaron su casa y toda su calle. La familia se trasladó a un bajo de la calle de las Danzas, muy cerca del Mercado Central, donde su padre, Pascual, un animoso joven de l´Alcúdia, regentaba dos locales de salazones junto a la pescadería.

Matriculado en el colegio marista de la plaza de Mirasol, vive el traslado de la escuela hasta la lejana calle de Salamanca, habiendo de subir todos los días al trolebús del Ensanche. Después se prepara para aparejador en la academia de la plaza de Tetuán, pero acaba decantándose por las Bellas Artes, con gran sorpresa de su familia, donde no existían precedentes artísticos, excepto su hermana Carmen, que no llegó a desarrollar su vocación por los condicionantes de la época.

La Escuela de San Carlos, en pleno Carmen, era muy entrañable. Hasta el conserje alquilaba habitaciones para estudiantes en su vivienda. De aquella promoción salieron los nombres de Massoni, Traver o Molina Ciges. La obra de Bou en aquellos tiempos era tan oscura como los tiempos que corrían. Una frase del profesor Paco Lozano fue lapidaria: «Menos penitencia y más milagro»; aunque el docente que recuerda con más cariño fue Víctor Manuel Jimeno Baquero.

La pintura de Bou siempre fue gris, herencia de un ambiente sórdido de la dictadura agonizante. Él veía en el arte un instrumento de transformación, pero con irónico pesimismo. Sacó las oposiciones a profesor de instituto cuando sólo existía el Luis Vives para hombres y el San Vicente Ferrer para mujeres, con sus respectivas «delegaciones locales». Se enfrentó al sistema desde dentro y quizás el episodio que revela más nítidamente su personalidad fue la protesta en el claustro de profesores contra las corruptelas de los mandarines culturales, como el profesor Pedrós Font, que obligaba a todos los alumnos a comprar su manual de pintura para aprobar la asignatura. Además cada curso publicaba el mismo libro cambiando el orden de las láminas y el pseudónimo, para que no se pudieran aprovechar de un año para otro. La oposición a la dictadura se concretó en dos lienzos especialmente: «La mano que aprieta», retrato irónico de la zarpa del Caudillo; y un peculiar «Aparato para desconectar a Franco» firmado en noviembre de 1975.

Bou inauguró el instituto de bachillerato Vinatea, que después vio incomprensiblemente su nombre rebajado a «Font de Sant Lluís 2», en la avenida de Hermanos Maristas. Allí se cruzó con una mujer excepcional, Anabel Bastida Torróntegui, que aportó movimiento y luz sobre su vida y obra. El desierto emocional que mostraba una obra desolada, de repente se llenó de lluvia fecunda. La alegría irrumpe en la carrera de un hombre que ahora explora nuevas direcciones, desde los «coloides» que rememoran la incipiente fotografía decimonónica hasta los relieves seriados de inspiración clásica. Quizás el más bonito de estos frontis sea el dedicado a su compañera, docente de educación física, donde muestra la proyección de una profesora generosa sobre sus alumnos.

En mayo de 1981 Bou expuso «Des del Trenet» en la torre de Torrent. Se han sucedido muchas muestras y la más reciente se puede contemplar en «Tapinearte», galería ligada a la antigua «Casa Viguer» de materiales artísticos. De un lado los desnudos escuetos de sus sesiones en el Círculo de Bellas Artes; de otro su fascinante mundo escultórico que le lleva a autocalificarse de «relievero» por sus bellos relieves llenos de acción y armonía. En medio de la sala las impresionantes vistas al óleo de nuestra urbe que recoge directamente desde las terrazas de su estudio en la calle del Rey Zeid de Valencia. Polifacético y rico, aunque siempre modesto.

Lluís Bou puede parecer un toro manso a primera vista. Pero cuando nos aproximamos detenidamente su obra, se revela ante nosotros un verdadero toro bravo de todas las ramas del arte. Que siga dibujando, pintando y «relieveando» es un imperativo de su grandeza de maestro.

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