A diferencia de lo que vaticinan aquellos que han gobernado un cuarto de siglo en esta ciudad ( y me refiero al PP pero también a ciertas organizaciones sociales como la del mercado central) València será como lo son ya algunas de las más importantes urbes de Europa y el mundo. Ciudades donde ya no se premia a quien contamina más, ocupa más espacio público privatizándolo con su coche, creando peligro de muerte entre peatones, ciclistas y otros conductores o generando esa mala leche que provoca el creerse lo que dice la publicidad y que los atascos siempre se encargan de contradecir. Y es que un cuarto de siglo haciendo lo que a uno o a una le viene en gana da para pensar que cuando un concejal hace lo contrario poniendo en práctica su programa electoral, lo hace necesariamente sin respetar a nadie e imponiendo sus ideas y costumbres.

Tiene razón el señor Quirós cuando dice que el automóvil es un manantial inagotable de dinero, que da mucho. Da mucho si, sobre todo dolores de cabeza, a quien lo posee gracias al IBI, el IVA, el impuesto de tracción mecánica, las reparaciones, el carburante, los vados, la zona azul, las multas, la grúa, etc, etc, (aunque sin que por ello sea consciente de que a pesar de todo, esos gastos no pagan todo el daño que provocan en el medio ambiente, la dependencia económica que genera la importación de petróleo, los gastos sanitarios, los daños colaterales de la violencia vial?) pero sobre todo a quién no lo posee, que tiene que soportarlo si o si en sus calles, plazas y jardines.

Se equivoca cuando dice que la bicicleta no da nada, da sobre todo placer y bienestar a quien la lleva entre sus piernas, pero también a quien solo la verá pasar en una calzada pacificada o el carril bici (no la acera claro está) pues ni ruido, ni humos le arroja.

Muchos hemos esperado años a un señor Grezzi o a alguien que se le pareciese para devolver a nuestras calles el silencio, un aire más o menos sano o un espacio donde además de desplazarnos pudiéramos convivir y es poco lo que el señor Grezzi ha tenido tiempo de hacer, pero va en la buena dirección. De momento es sólo el inicio y como todo inicio todavía una parte de la ciudadanía ( otra ya lo ha sentido al pasear los domingos por una plaza del Ayuntamiento sin coches o en El barrio de El Carmen, o al encontrar un paso de peatones a pocos metros y no a cien metros para cruzar una calle) no alcanza a vislumbrar lo que será vivir en una ciudad dónde el protagonista será el ciudadano de toda edad y condición y no como hasta ahora en que los niños y los ancianos están relegados al parque, ciclistas y peatones no encuentran más que trabas, los turistas no la pueden recorrer con tranquilidad en bici y los conductores presos de sus propias creencias acaban en el atasco.

Tiene razón el señor Martín Quirós cuando dice en estas mismas páginas que habrá que adaptarse a ese «desbarajuste» (y añado yo: que devuelve el principio de lo Natural a nuestras vidas) porque la ciudad del dispendio, aquella de los «eventos a lo grande» que daban dinero (a algunos y algunas) y el partido político del saqueo de las arcas públicas pasó a la oposición por sus propios méritos.