A treinta o cuarenta metros del puente de Pío XII, antes de llegar a las pistas deportivas, hay un trastero público consentido, según denuncia Antonio Marín Segovia. Personas sin identificar usan el parque público para arrumbar efectos; otros ocultan las drogas en lugares menos visibles, según explica este activista en defensa del patrimonio municipal. «El parque ha sido convertido en una pocilga», explica.