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Artesanía y tradición

Un oficio olvidado entre cañas y barro

Solo cuatro personas fabrican alfafarencas a pesar de que cada vez aumentan más los paseos en estas embarcaciones

Un oficio olvidado entre cañas y barro

En la carretera de El Saler, junto al parque natural de la Albufera, se encuentra uno de los últimos talleres, inédito y casi en peligro de extinción, desde donde Joaquín David Manrique elabora las tradicionales alfafarencas. Estas embarcaciones, antiguamente elaboradas por los 'calafats' de la Devesa, han pasado con los años a formar parte del imaginario valenciano por el fuerte atractivo que implica dar un paseo en barca a través del lago. Más aún cuando cae el sol y se aprecia el atardecer.

Manrique es, junto a otras tres personas, uno de los últimos valencianos que manualmente se ocupa de la creación y mantenimiento de las alfafarencas. "Me he criado en esta misma acequia, junto al lago", indica el fundador de la asociación de Vela Latina de Alfafar. Él, además, incide en que él y los pocos que se dedican a la construcción de estas embarcaciones "no son calafats de oficio", sino "descendientes aficionados". Es imposible realizar las mismas prácticas que empleaban los "calafats de entonces, ya que sería muy costoso", explica Manrique.

Los antiguos 'calafats', utilizaban materiales bien distintos a los de ahora para crear las embarcaciones. "Primero se recubrían los barcos de madera, se hundían en al agua y después en el exterior se alquitranaba la cubierta", cuenta Ximo, que es como le llaman sus amigos y familiares. Debido a la dificultad de la práctica, además de los nuevos materiales que existen actualmente, la creación de afafarencas ha cambiado. "Ahora se recubren las barcas con fibra de vidrio y resina de pino, lo que permite que se conserven entre 8 y 10 años", explica el fundador de la asociación, quien golpea con un martillo la madera que viste una de las alfafarencas en la que está trabajando en este momento.

En época estival, el lago de l'Albufera es una apuesta cultural primordial para el turismo. Manrique cuenta que hasta allí acuden también muchos ciudadanos que a pesar de estar afincados durante años en la ciudad de València "nunca antes habían disfrutado del paraje que ofrece el parque natural".

"Hay que mantener y avivar aún más la tradición de estas embarcaciones", confiesa el fundador de la asociación, quien es consciente del legado que portan él y los otros dos trabajadores que se dedican aún a la creación de estas embarcaciones. "Cada vez se utilizan más barcas para paseo, pero son pocos los que las fabrican manualmente", apunta el fundador de la asociación. Las alfafarencas para paseo suelen medir 12 metros y requieren de unos 8 o 9 meses de elaboración debido a que se realizan manualmente y a la intemperie. "Las embarcaciones que me encargan de normal miden los 12 metros porque en ellas caben más personas, pero también me piden pequeñas, como de 5 metros", indica.

Un paraje para conservar

En las últimas décadas, el fuerte urbanismo del Parque Natural de l'Albufera ha degradado y modificado la fisonomía de un espacio natural que permaneció intacto hasta los años 60. "La zona esta mucho peor que hace unos años, de hecho el nivel de agua del lago ha bajado y por ello ahora sería imposible crear las alfarencas a través de la técnica que seguían los 'calafts' cuando introducían las embarcaciones dentro del agua", explica el experto en este oficio artesanal.

Manrique a pesar de no reconocerse como un auténtico 'calafat' pues la técnica ha cambiado, incide en la importancia que tiene que el Parque Natural de l'Albufera se conserve en óptimas condiciones. "El paraje representa en sí mismo un símbolo de la tradición y cultura valenciana", afirma el artesano. Ya en la novela 'Cañas y Barro', Blasco Ibañez habló de este Parque Natural como un "bosque que parecía alejarse hacia el mar, dejando entre él y l'Albufera una extensa llanura baja cubierta de vegetación bravía".

Joaquín Manrique es, en la actualidad, uno de los pocos artesanos que conduce el relevo de esta profesión amenazada que hace apenas setenta años empleaba, solamente en el puerto de Catarroja, a más de veinte carpinteros.

El fundador de la asociación de Vela Latina de Alfafar, antes de despedirse, contesta a una llamada con su teléfono móvil y apunta en una agenda de piel negra la próxima visita. Un grupo de personas acudirá al embarcadero para disfrutar de un paseo por l' Albufera en una de las últimas alfafarencas que fabrica Joaquín Manrique.

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