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Emprendedores

La juventud de la artesanía

Jóvenes empresarios deciden volver a las artes tradicionales como forma de ganarse la vida - La cerámica, la imprenta tradicional y el macramé son disciplinas que viven una segunda juventud en la ciudad, la misma que tienen sus artífices

La juventud de la artesanía

Raquel y Pedro se conocieron estudiando Bellas Artes en Granada. Ella venía de Almería; él, de Ferrol. El destino quiso que se quedaran en València al terminar sus estudios, alejados del frenetismo de las grandes capitales, en una ciudad con un ritmo pausado y tranquilo, como la disciplina a la que se dedican. Trabajan la cerámica, un arte que parece de otra época. Más aún cuando los profesionales que se ocupan de él cuentan con poco más de treinta años.

"La artesanía es un reducto de conservación cultural, con procesos lentos y pausados, en contraposición a los ritmos actuales", afirma Pedro Paz. Por eso, en el barrio de Russafa ha creado su refugio junto a su pareja y socia, Raquel Vidal. Se trata de CanoaLab, un lugar donde reconectar con la esencia del ser humano: pensar, crear, moldear. Verbos que parecen disiparse entre la vorágine de la sociedad actual.

Pedro explica, con un tono pausado, que el halago que más les emociona recibir es el de haber creado un "remanso de paz". Explica que hasta hace poco tenían a una alumna embarazada que, después del rato que pasaba moldeando las piezas, "recordaba que estaba de nueve meses", asegura Pedro, para quien el tiempo pasa de forma diferente en el taller.

Canoa se dedica a la joyería y a la cerámica de alta temperatura, y a la fusión de las dos. En su local producen cada pieza, siempre única e inimitable porque están hechas a mano, con una actitud y predisposición que cambia cada día y que conserva la magia de lo artesano. "Cada producto te ofrece una historia diferente", afirma Pedro, quien cree que la tecnología y la industria le ha quitado al hombre una parte inherente de su naturaleza, "la del creador de objetos de forma manual".

Por eso, en CanoaLab organizan talleres y workshops en grupos de cuatro a seis personas para realizar todo tipo de productos, desde piezas de joyería donde al metal se le engastan piezas de cerámica, hasta vasijas, jarrones y cualquier pieza que pueda diseñarse.

También ofrecen cursos mensuales donde, lejos de tener una guía didáctica que seguir, buscan que cada persona tenga un proyecto propio a desarrollar en el tiempo, como una vajilla que cada uno personaliza. Apunta a que el rango de edad más interesado en estas actividades va de los 25 a los 35 años, pero esperan darse a conocer lo suficiente como para no tener que hablar de rangos ni públicos. Cuanto más lejos parece el público estar de lo artístico, más gratificante les resulta.

Trabajan con el barro, con la arcilla, con el metal, "los primeros materiales con los que trabajó el hombre", bromea Pedro, quien asegura que son unos forofos de la arqueología. Además, reivindica que los proveedores que utilizan son siempre locales.

Sin embargo, las ventas superan lo local y funcionan mejor en el ámbito nacional e internacional: "en Estados Unidos valoran mucho la artesanía, entienden perfectamente el proceso creativo de los diseñadores". Venden sus productos en diversas tiendas en València, pero también en Copenhague.

Sus creaciones distan de los estilos actuales. Se inspiran en las piezas fenicias y romanas, donde siempre reina la esencia mediterránea en tonos pastel con blancos y azules.

El arte de la imprenta

De Murcia llegó Marta Pina a estudiar Bellas Artes, y ahora regenta un local en Benimaclet donde se dedica a una de las disciplinas que cambió el rumbo de la humanidad: la imprenta. Industrias Lentas es el espacio que creó hace seis años para hacer impresiones a la antigua usanza y de manera tradicional, estampando letras sobre hojas de alto gramaje con las que ya no es habitual trabajar.

Las imprentas se deshicieron de máquinas que Marta rescató, y con ellas, cada uno de los procesos manuales que implica trabajar con ellas. "Llegó la oportunidad de comprar una Minerva y un supercomodín de tipografías", explica. Son elementos que evocan a una época pasada, a otra forma de hacer las cosas, con paciencia y expectación por ver el resultado.

"Las personas que contactan con nosotros valoran el acabado manual de lo que hacemos, y saben que conlleva un tiempo, no es de hoy para mañana» explica Marta, quien se divierte de pie durante horas delante de la máquina, comprobando el resultado final de cada una de las piezas. Los encargos más habituales son tarjetas de visita, invitaciones de boda, ediciones pequeñas de libros o fancines, pero también ilustraciones con técnicas como la serigrafía. «El tacto es diferente, el acabado es mucho más bonito", asegura. Lo cierto es que los objetos que han sido tratados manualmente desprenden una esencia especial.

En Industrias lentas utilizan la tipografía móvil, polímeros y planchas de magnesio, herramientas absolutamente denostadas con la tecnología actual, eficaz y eficiente, rápida y programada. "Nunca puedo prever cuánto me va a llevar un encargo, una tarjeta que parece un trabajo fácil se complica porque una línea no sale bien y hay que volver a empezar", y matiza que "más que artesanía, es artesanal".

Marta recibe en el taller a estudiantes de diseño y Bellas Artes que se interesan por los procesos de impresión del siglo XX, con máquinas que ya resulta más habitual ver expuestas que a pleno rendimiento.

Así es como puede describirse la evolución de Laura Losada y Jennifer Merienda. Asistieron a un taller para aprender a hacer macramé y nació Nuga, una marca que tiene presencia en casi cualquier festival urbano donde imparten talleres gratuitos.

El macramé es un arte que trabaja con nudos en formando dibujos y formas que se emplean a modo decorativo. También forma parte de otra generación, pero también de ese privilegiado grupo de artesanías que tienen presencia en cualquier casa que siga las modas del interiorismo.

Jennifer y Laura no se dedican a tiempo completo al macramé, sino que lo compaginan con sus trabajos como diseñadora de producto e interiorista. Aseguran que les "desconecta de la tecnología", una vía de escape que pronto les hará decidir si apuestan por esta artesanía como forma de vida.

Lo que empezó siendo una afición y unos regalos originales para sus familiares en 2015, ahora es una ocupación real. Hace poco recibieron un encargo de una famosa marca nacional de zapatería para realizar 600 tapices y piezas de macramé para decorar sus tiendas. Cien de ellos volaron a Estados Unidos.

"Casi todo lo realizamos por encargo, y lo más habitual son los tapices y las cortinas", afirma Jennifer. Los interioristas y los arquitectos llaman a su puerta para encargar piezas, y asume que en los últimos tiempos se ha popularizado mucho el uso de este material en las casas. Además, Nuga ha incorporado la variante del color en sus cuerdas, ya que los modelos más tradicionales eran en blanco y en crudo.

Tal es la fama que han alcanzado gracias a la especialización en esta técnica que imparten cursos en el barrio de Gràcia, en Barcelona, pero también en Villa-real y en su propio taller en Russafa, llamado El Chiringuito. A los cursos asisten entre ocho y diez personas. En el estudio, Jennifer cuenta cómo las mujeres más mayores del barrio miran con curiosidad el interior, plagado de piezas hechas de macramé.

El macramé más solidario

Puede que uno de los proyectos más bonitos que las chicas de Nuga Macramé hayan realizado sea el de participar con la ONG Tío Antonio. Laura viajó a Nicaragua con el propósito de enseñar esta técnica a madres con hijos discapacitados.

Así, estas mujeres aprendieron a hacer los nudos para crear piezas sencillas que poder vender y ganar algo de dinero para mantenerse. Laura volverá en enero para seguir enseñando a hacer macramé, una tendencia estilística en las casas españolas pero una fuente de financiación en la otra parte del mundo. "Nosotros lo vemos como una moda, pero a los más mayores les trae recuerdos", explica Jennifer. Memorias de un tiempo pasado que estos jóvenes rescatan para crear un presente diferente.

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