América Orón y Carmen Siurana nunca habían ido a una cata de vinos. Tampoco conocen los matices del sabor de esta bebida. Pero a su cita con la Mostra de vins, cerveces, caves, licors i aliments tradicionals de la Comunitat Valenciana no fallan desde hace cinco años. Y no iba a ser menos esta 30 edición que se inauguró el pasado jueves y que cerrará sus puestos el martes.

Ambas llevan en su mano un vino tinto de uva bobal y aseguran que «nada tiene que envidiar al vino de Rioja». «Esto es lo bonito de la feria», explican, «incentivar el mercado local, que hay mucho, muy bueno y no lo valoramos».

De hecho, la organización asegura que la noche del viernes tuvieron que cerrar aforo porque ya se reunían más de 8.000 personas al mismo tiempo dentro del recinto donde dan a probar sus productos medio centenar de bodegas valencianas.

«El año pasado llegamos a repartir 200.000 entradas en los cinco días que dura la Mostra, esperamos algo parecido para este», explicaron responsables de la organización.

El tiempo, sin embargo, les ha jugado una mala pasada. «Por las tardes y al mediodía, que era cuando más personas acudían al recinto, ahora es cuando menos gente hay. Ven el cielo nublado y no acompaña para salir», explican desde la Bodega Anecoop que, además de las degustaciones, llega a vender más de 200 botellas al día y donde Mamen Campos y Arancha Albors hacían ayer cola para probar uno de sus vinos azules.

«Casi no sabe a alcohol. Es una manera de que a quien no le guste el vino pueda venir con amigos», señalan.

Porque esta, más que una fiesta del vino, es una fiesta de socialización, reconocen Ángela Posada, Laura Martínez, Javier Delgado y Federico Carabella.

«El vino da alegría», reconocen. Pero para los que no sean amantes del vino siempre está la opción de probar la cerveza, comer embutido de Requena, queso de Utiel o hasta productos de la huerta de Xàtiva.