València no durmió el sábado. Una ciudad que se mantuvo en vela toda la noche con el trajín de fieles que se acercaron a ver a la Mare de Déu llegados a pie de los municipios de alrededor para asistir a la Missa de Descoberta, a las 5 de la madrugada. Otros apuraron más, pero buena parte de los valencianos madrugaron ayer, y a las 7:15 en la Plaza de la Virgen ya no cabía nadie más.

Los más madrugadores pudieron coger sitio y alquilar una silla; los más experienciados caminaban por Caballeros cargados con taburetes para atender la Missa d´Infants, que comenzó a las 8 en punto con el volteo de las campanas del Micalet. Un oficio religioso que terminó una hora y media después y transformó por completo el espacio. Las sillas se recogieron, los pasillos se eliminaron y la edad del público cambió ligeramente: todo se puso en marcha para trasladar a la Mare de Déu.

La puntualidad fue una máxima en la mañana de ayer, y a las 10:30 la Verge apareció, por primera vez en la historia reciente, por la puerta de la Basílica que recae sobra la plaza, cubierta por un damasco en color naranja. Los aplausos, los «visca» y los vítores de miles de personas se sucedieron a cada paso que la imagen daba en bolandas.

La Policía Local, tal como anunció esta semana la Archicofradía, ayudó en la organización y «apaciguamiento» en las entradas y salidas de la Basílica durante la noche, sobre todo al inicio de la Missa de Descoberta, para la que hicieron pasillos con los que evitar avalanchas. Junto a Protección Civil, estuvieron a pie de plaza tras la Missa d´Infants, y evitaron que a la salida de la Verge los fieles subieran al tablado donde antes se celebró la misa. Un control que se vio reforzado tras el incidente del año pasado, cuando una puerta de bronce de la Basílica cayó tras golpear una de las paredes por el impacto al entrar la masa de gente. Este año no se escatimó en seguridad y el Ayuntamiento de València aumentó el número de agentes para el acto.

A ritmo rápido, la Mare de Déu se abría paso con ayuda de los «eixidors» a través de la plaza. Rodeó a Neptuno y enfiló su camino hacia el Micalet. A su paso, decenas de niños fueron conducidos «por los aires» para tocar la imagen. Los hubo de todas las edades, desde neonatos a aquellos que con 4 y 5 años sabían cuál era el propósito y mostraron agilidad.

Las autoridades esperaron el paso en la Casa-Vestuario, acompañados por las falleras mayores, Rocío Gil y Daniela Gómez, desde donde tiraron pétalos de rosa.

En ese lugar privilegiado también se encontraba Mari, una vecina de València que conocía a la perfección el ritual. «Cuando la tumban, parece que va a caer, pero no, nunca toca el suelo», aseguraba, mientras veía emocionada pasar a su patrona.

Ya en la calle del Micalet, con su estrechez particular, los vaivenes que sufrió la Verge por el fervor de los fieles no impidieron que el recorrido se realizara en los 30 minutos exactos para llegar a la misa de las 11 en la Catedral.