La diabetes es aquella situación en la que los niveles de azúcar o glucosa en la sangre (glucemia) están aumentados. El nivel de glucemia después del ayuno nocturno se llama Glucosa Basal y se considera que está dentro de los límites adecuados cuando se encuentra entre 70 y 100 mg/dl. Superado estos límites estaríamos en una situación de hiperglucemia en la que con pruebas complementarias (Hemoglobina glicosilada o glucosuria) podría diagnosticarse la condición de diabetes.

Existen dos tipos de diabetes, la diabetes de tipo I, que generalmente comienza de forma abrupta en la etapa de la niñez u adolescencia (de 0 a 15 años = 11,3 individuos cada 100.000 habitantes), aunque recientemente se dan casos en pacientes de edades comprendidas entre los 15 y 29 años (9,9 individuos cada 100.000 habitantes). En estos pacientes el tratamiento de elección es mediante la inyección subcutánea de insulina. Su aparición es inevitable pues es debida a factores de predisposición genética o inmunitarios, aunque cabe remarcar que una dieta controlada y una actividad física regular puede minimizar en muchas ocasiones la cantidad de insulina que el paciente necesita.

En el extremo opuesto está la diabetes de tipo II, más frecuente que la anterior y que aparece en edades avanzadas, cuando existen antecedentes familiares con diabetes y en personas con obesidad. Por encima de los 75 años la prevalencia es del 41,3% en mujeres y de 37,4% en varones, mientras que la prevalencia media total en España en personas mayores de 18 años es del 13,8%. En estos pacientes el tratamiento de elección es mediante la toma de antidiabéticos orales solos o en combinación y en casos no controlados podría ser necesaria la utilización de insulina. A diferencia del anterior tipo, ésta puede evitarse, reducirse y/o retrasarse su aparición con medidas basadas en el mantenimiento de un peso saludable pues este hecho reduce la resistencia a la insulina que padecen los pacientes que tienen mucha grasa localizada a nivel abdominal y ésto es fácil si se lleva una alimentación equilibrada acompañada de la realización de ejercicio físico diario de intensidad moderada.

Lo primero que hay que remarcar es que la alimentación de las personas con diabetes no es sustancialmente diferente a la alimentación de la población en general. La mayoría de consejos son válidos para toda la familia. El 55 % de las calorías que deben tomar diariamente deben ser aportadas a través de carbohidratos, hecho curioso ya que la mayoría de personas que padecen esta enfermedad tienden a eliminarlos de sus dietas. De este porcentaje, la mayoría deben ser carbohidratos complejos (arroz, pastas, legumbres, pan y patata) ya que la absorción de éstos es más lenta y por tanto menor la necesidad de insulina. También deben estar presentes verduras y frutas preferentemente con piel ya que la fibra que contienen retrasa su absorción. El resto de calorías de sus dietas deben ser aportadas por un 25-30% de proteínas y 15-20% de grasas, preferentemente mono o poliinsaturadas.

Por tanto, el cuidado de la alimentación de la persona con diabetes forma parte fundamental en su tratamiento, por lo que no se puede hablar de tipos de alimentos y cantidades sin hablar también de actividad física, horarios habituales, medicamentos que toma o si padece o no otras enfermedades como colesterol o hipertensión...

En definitiva, es un conjunto de factores que deben considerarse globalmente y que hacen que cada diabético tenga que tener una dieta única y personalizada.