­¿Se puede estar «enganchado» a internet como a la cocaína? ¿cuándo «navegar» o «bucear» empiezan a ser una patología? ¿cómo se pasa el «mono» de pantalla? Las adicciones tecnológicas son todavía motivo de controversia científica y no cuentan con un protocolo propio, pero la demanda de tratamiento va en aumento. Mariano Chóliz y Clara Marco, expertos en psicología de las adicciones, han sido los primeros en publicar una guía en español de la psicoterapia que aplican, también de forma pionera, en la Universitat de València.

Chóliz y Marco lo tienen claro: uno es adicto a internet cuando cada vez necesita estar más tiempo conectado, se siente mal si se cae la conexión, lo usa más de lo que pretendía inicialmente, no puede dejarlo aunque quiera y le dedica casi todo su tiempo detrayéndolo de otras actividades. Los psicólogos establecen un paralelismo entre esta dependencia y los trastornos por alcohol o drogas, ya que en este caso las sustancias son sustituidas por una actividad. Las consecuencias para la salud pueden ser menos destructivas, pero también las hay: trastornos del sueño o la alimentación e irritabilidad, mayor susceptibilidad a la fatiga y el estrés, problemas de visión y espalda. Y sobre todo se resiente la vida social y familiar así como el rendimiento estudiantil o laboral.

La población de mayor riesgo, sostienen los expertos, son los adolescentes, especialmente vulnerables a la hora de «enredarse» en las redes sociales.

Para tratar el problema, se aplican protocolos similares a los de adicciones a sustancias, a juegos de azar o videojuegos. Tanto es así que los especialistas describen el «síndrome de abstinencia» o «mono» tecnológico: «Una de las características más significativas de las adicciones es el malestar que se produce cuando se lleva un tiempo sin consumir o cuando éste se interrumpe. En el caso de la adicción a internet, dicho malestar se manifiesta por alteraciones tales como irritabilidad, no saber qué hacer, estar excesivamente afectados cuando no funciona la red, etc. En algunos casos, la realización de otras conductas es suficiente para superar dicho estado de ánimo desagradable, pero en otros se hace necesario intervenir más específicamente, modificándolo con técnicas de reducción de la ansiedad (respiración, relajación) o distracción».

El objetivo de la terapia no es, como en otros casos, abandonar su uso sino hacerlo de una forma moderada. Para Mariano Chóliz y Clara Marco, la «paradoja» es que «algo que es útil, beneficioso y placentero llega a convertirse en un serio problema personal, familiar, profesional y hasta de salud». Como en cualquier adicción.