Es poco habitual que un bodeguero muestre a cara descubierta alguno de sus vinos, lo que también supone mostrarse a sí mismo ante los demás. Esto ocurre en las catas verticales, un ejercicio de análisis de diferentes añadas del mismo vino donde se aprecia el año climático en el que se ha desarrollado la planta, el ciclo vegetativo y su maduración, así como algunos indicios de las prácticas enológicas con las que se han interpretado las circunstancias del viñedo. Con este tipo de cata se revela la evolución del vino en el tiempo, su desarrollo en botella, la calidad de las añadas y se consideran los cambios en la elaboración que se hubieran producido. Estas catas deben ir acompañadas de un detallado informe de datos técnicos que ayuden a deducir las impresiones de la cata sensorial, pero esto quizá resulte poco comprensible por el público enófilo si no explica de manera conveniente y quede solo para los profesionales. Afortunadamente los organizadores de Experiencia Verema, que acaba de tener lugar en Valencia durante la pasada semana, suelen ofrecer alguna de estas actividades con vinos emblemáticos de prestigiosas bodegas. En esta ocasión, Pablo Ossorio, enólogo y socio de Hispano+Suizas, ubicada en el término de Requena, desarrolló de manera valiente y sincera una vertical de las ocho añadas de su tinto más exclusivo, el Quod Superius, «No sé si es el mejor que hacemos en la bodega, pero sí el más caro», aseguró. Comenzó la vertical con la de 2013, un año seco, con mucha agua en primavera que dio buena producción en las varietales que componen el coupage compuesto de una parte principal (60%) entre las Bobal y Cabernet Franc, completado con Merlot y Syrah, que pasan un mínimo de 30 meses en barricas nuevas de roble francés, entre las de 400 litros en las que fermenta y las bordelesas donde madura el vino. Éste es de color rojo picota de capa media, con un ribete que comienza a evolucionar. De buena intensidad aromática, sorprende no encontrar demasiados recuerdos a maderas con tanta crianza, pero ahí están esas especias, tostados y balsámicos, bajo una buena carga de frutos rojos y negros en sazón. Boca con frescor, equilibrado, estructurado, con amables taninos, sabroso, frutal y con buen recorrido. El 2012, un año cálido, mostró un vino más redondeado, con las maderas integradas, buena añada y con futuro por delante. Pasamos por otras cosechas no tan buenas, como la del 2010, la peor que recuerda Ossorio, excesivamente lluviosa para la Bobal, pero que vino mejor a las foráneas, de hecho lleva más Syrah. Hasta que llegamos a la de 2006, ya con aromas terciarios que recordaban, además de las frutas maduras, el cacao y el tabaco de pipa, incipientes notas a frutas pasas (orejones), con un paladar amable, sedoso, de cuerpo medio. Su mejor momento ya pasó pero se conserva vivo, aguanta el tipo con frescura, sustentado por su buena estructura. Elegancia en una buena mesa.