La verdad es que no sé muy bien cómo va a terminar todo esto y a cuanta gente se va a llevar por delante el puto virus entre los que me incluyo porque las noticias que nos llegan no son muy alentadoras sobre una posible vacuna o un tratamiento eficaz que erradique la pandemia. Así que tendremos que convivir bastantes meses más con la Covid.

La realidad y ahí están las cifras es que se ha hecho una gestión absolutamente ineficaz e incompetente para controlar el virus, tanto por parte del Gobierno central como de las Comunidades Autónomas. Aquí no se salva nadie por mucho que unos y otros se echen los muertos a la cabeza.

La descoordinación ha sido absoluta y sigue siéndola. Lo estamos viendo ahora en Madrid donde después de reunirse la presidenta de la Comunidad y el presidente del Gobierno para coordinar medidas de manera conjunta son incapaces de ponerse de acuerdo en las medidas a aplicar. No deberían jugar con las vidas humanas como están haciendo.

Parece que no hayamos aprendido nada de lo ocurrido cuando se originó la pandemia. Lo ocurrido entonces debería habernos hecho ser mucho más precavidos de cara a esta segunda ola que puede ser más mortífera y letal que la primera y que nos deja en la misma situación de precariedad que al principio, con hospitales y UCIS colapsadas y con falta de personal sanitario a todos los niveles: médicos, enfermeros, celadores…. Por no hablar de los  equipos de protección y los respiradores que siguen siendo muy escasos.

Pero al margen de esta trágica situación sanitaria, existe otra trágica situación que es la política, donde desde dentro del Gobierno se ha atacado a una de las instituciones fundamentales del Estado como es la Monarquía.

Gravísimo ataque a la jefatura del Estado que no habíamos visto en los cuarenta y cinco años de democracia y que no presagia nada bueno porque los que pintamos canas sabemos que estas cosas suelen acabar mal.

Sabíamos que dentro del Gobierno de coalición había sensibilidades distintas. Uno puede ser republicano y comunista, como es el caso de Alberto Garzón y Pablo Iglesias, pero la lealtad institucional debe estar por encima de las ideologías, sobre todo por el cargo que desempeñan ambos políticos.

Acusar al rey de falta de neutralidad o de maniobrar contra el Gobierno es una patraña más de la izquierda radical para erosionar la figura de Felipe VI que si por algo se ha caracterizado desde que asumió la jefatura del Estado tras la abdicación de su padre el rey Juan Carlos  es precisamente por una gran prudencia.