De todas las opiniones que he escuchado tras la muerte de Diego Valencia, el sacristán asesinado en Algeciras a machetazos a manos de un yihadista que ha dejado también un sacerdote herido, me quedo con las palabras que ha pronunciado la Conferencia Episcopal, pidiendo que no se demonice a ningún colectivo ni se identifique el terrorismo con ninguna religión. Ese debe ser el tono y el talante después de la noticia que nos sobresaltaba ayer a todos y que pudimos ver a través de un video donde un hombre apuñalaba con un machete a un sacristán a las puertas de una iglesia en Algeciras.

Más desafortunadas han sido las palabras del presidente del PP Alberto Núñez Feijóo, aunque luego las ha matizado un poco.

El peligro de relacionar el islam con el terrorismo yihadista solo conduce a conductas de odio entre religiones como igual de peligroso es la utilización que han hecho los partidos políticos de este asesinato, algunos para lanzar mensajes de odio desde las redes sociales.

Ahora corresponde a la justicia determinar si es un caso de terrorismo islámico o si por el contrario se trata del asesinato de un perturbado mental. Si se confirma que es un caso de terrorismo yihadista podría ser condenado a prisión permanente revisable. De lo contrario se le imputaría un delito de asesinato, cuya pena es algo menor.

Cuestión aparte será la de determinar porque estando en una situación irregular no había sido expulsado de España y continuaba viviendo en Algeciras cuando, además, existían pruebas de su radicalización.